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viernes, 29 de julio de 2011

75 AÑOS DE SOLEDAD Y COBARDIA (Gervasio Sánchez)

 Hace 75 años empezó la Guerra Civil española. Hace 75 años empezó la soledad de los familiares de las víctimas y la cobardía de nuestros políticos. Durante el franquismo se promulgó el silencio. Los familiares de las decenas de miles de asesinados y desaparecidos tuvieron que convivir con el miedo. La memoria, la verdad y la justicia quedaron sepultadas por grandes paladas de infamia.
   La llegada de la democracia incorporó el olvido a la agenda de los políticos democráticos. Su comportamiento es aún más execrable. El dictador y sus adláteres prescribieron la historia para ocultar sus crímenes. Los demócratas impusieron el silencio y pisotearon la memoria para preservar sus privilegios.
Demostraron ser aún más cobardes que los representantes de la dictadura sangrienta. Algunos de estos prohombres han vendido el ideal de una transición española modélica cuando, en realidad, son responsables de la imposición de la ley del silencio.
  Los medios de comunicación, el poder judicial y los responsables de las universidades españolas han participado sin compasión y con gran desidia en este gran drama que sigue pendiente y que algún día habrá que solucionar.
   El 1 de abril de 1939 acabó la Guerra Civil, hace 36 años, siete meses y 27 días. El 20 de noviembre de 1975 murió el dictador Francisco Franco, hace 35 años, ocho meses y 8 días. El postfranquismo y la democracia serán virtuales ganadores el 20 de junio de 2012. Ese día habrán pasado en este país más años y días de democracia que de dictadura y ya no habrá excusa para no resolver el gran drama de la Guerra Civil y el franquismo: la búsqueda de las decenas de miles de asesinados y desaparecidos que siguen enterrados en fosas ilegales.
  En Guatemala se desentierra a los asesinados de hace 25 años. En Iraq a los fusilados de hace 20 años. Cada año se entregan centenares de nuevos identificados a sus familias y se sigue buscando a las víctimas de hace 15 años en Bosnia-Herzegovina.
  Hace dos semanas, el 11 de julio, se entregaron los 613 desaparecidos identificados en el último año en Bosnia-Herzegovina y sus familiares los enterraron en el cementerio de Potoçari, cerca de Srebrenica, donde hace 16 años empezó la masacre más brutal en Europa desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
   Aunque sólo han pasado 16 años del fin de aquella guerra, 5.317 personas ya han sido identificadas y enterradas en ese cementerio del este de Bosnia-Herzegovina y otras 188 en otros cementerios del país. Varios miles de cuerpos han sido exhumados y están guardados en almacenes a la espera de ser identificados. En los próximos 11 de julio se seguirán enterrando centenares de bosnios identificados. Una gran lección histórica de la que todos deberíamos aprender.
  Las preguntas que me hago son lógicas: ¿Por qué es tan difícil aclarar un pasado tan remoto en mi país? ¿Por qué las generaciones implicadas en guerras de otro países intentan ordenar el caos y aquí nos sacudimos el bulto con la intención de que sean nuestros hijos y nietos los que se encarguen de los desastres de una guerra que no hicieron? ¿Cómo denominamos a un Estado que incumple durante más de 70 años (de ellos 35 en democracia, no lo olvidemos) con el derecho internacional, que obliga a buscar a todos los desaparecidos, encontrarlos y entregarlos identificados a sus familiares?
   ¿Por qué son más valientes los guatemaltecos, los iraquíes o los bosnios que los españoles? Sus guerras fueron tan brutales como la nuestra. Sus transiciones tan complejas como la nuestra. Sus políticos tan viciados por el olvido y la comodidad como los nuestros. Pero ellos han avanzado y nosotros seguimos empantanados. Y lo más grave: nos permitimos  utilizar el drama de otros como arma arrojadiza.
   No sé si tuvo que debatirse en plena transición. Pongamos que no era el momento. Busquemos, entonces, el mejor momento en los 35 años siguientes: 1982, 1986, 1990, 1995, 2000. Hace 29, 25, 21, 16 ó 11 años. Elegida la mejor fecha, los grupos políticos tenían que haber negociado una salida constructiva al problema, estableciendo un protocolo de acción coherente, haberlo preñado con todas las prerrogativas posibles y con el máximo presupuesto, llamarlo de una manera aceptable para la mayoría y articularlo como una ley modélica. Y hoy estaríamos más cerca del final del túnel y no a años luz. 
   La conclusión es que a los responsables de los partidos políticos les quema este tema como si fueran conscientes de que pueden ser salpicados por los crímenes del pasado. Por supuesto unos más que otros. Algunos saben que hicieron la vista gorda durante los desmanes. Otros fueron colaboracionistas con la dictadura. Otros, demasiados cobardes para revelarse contra la infamia. Todo el mundo tiene más que perder que ganar y es como si se hubiese producido una vergonzosa alianza a favor del silencio y contra las víctimas.
  El milagro de que en España se haya abierto más de 200 fosas y desenterrado 5.300 cuerpos (menos de un millar han sido identificados) se debe al trabajo anónimo de miles de familiares que decidieron enfrentarse a la cobardía de sus representantes políticos y que han contado con el inestimable apoyo de grupos de antropólogos forenses, arqueólogos, historiadores y muchos voluntarios para realizar el largo proceso de búsqueda, exhumación e identificación.
  Siento vergüenza de la totalidad de la clase política de mi país. Cuando me preguntan en el extranjero qué está pasando en España tengo que contestar lo evidente: mis políticos son indiferentes al dolor de los familiares de las víctimas. Todos, sin excepción.
  Los políticos del Partido Popular y del Partido Socialista Obrero Español son más culpables por su gran influencia en el poder ejecutivo y parlamentario de los últimos 35 años. Pero la actitud de Izquierda Unida, Esquerra Republicana, Convergencia i Unió, el Partido Nacionalista Vasco y el resto de fuerzas minoritarias tampoco ha ido a la zaga y se han comportado con la misma indiferencia que los dos partidos mayoritarios.
  Ojalá este 75 aniversario del inicio de la Guerra Civil sirviese para potenciar un gran proyecto de búsqueda de los desaparecidos similar al que hay en Bosnia-Herzegovina y que está siendo copiado por países como Colombia e Irak. Porque, nos guste o no, una guerra sólo finaliza cuando sus consecuencias se solucionan. 

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