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domingo, 18 de septiembre de 2011

La Noche de los Lápices: no os olvidamos.

“Vano intento el de la Noche: los lápices siguen escribiendo”

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¿Qué pasó la llamada Noche de los Lápices?
En la ciudad de La Plata, la noche del 16 de septiembre de 1976 “grupos de tareas” del Ejército y de la policía bonaerense allanaron los domicilios de diez jóvenes, considerados los dirigentes de la protesta estudiantil que reclamaba el “medio boleto” (2) y se los llevaron encapuchados y maniatados. Todos sufrieron torturas durante largos interrogatorios en comisarías y centros clandestinos . Seis de ellos, cuyas edades aproximaban 17 años, fueron fusilados al cabo de varias semanas y hoy integran las listas de los miles de “desaparecidos” de la dictadura militar. Se llamaban María Claudia Falcone, Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, Francisco López Montaner, Daniel Racero y Horacio Ungaro. Cuatro sobrevivieron –Emilce Moler, Patricia Miranda, Pablo Díaz y Gustavo Calotti- y pasaron largo tiempo en cautiverio.

¿Qué significaba ser adolescente en 1976?

La noche de los lápices (1995) - Mural de 3 x 5 metros obra del artista César López Claro (1912-2004)
Cuando en 1976 los militares tomaron el poder, consideraban que en la Argentina había una generación perdida: la juventud. Joven era sinónimo de subversivo, y si formabas parte de la generación que había vivido los procesos participativos anteriores al golpe de estado, eras irrecuperable. La “solución”, iba desde el asesinato y la desaparición, hasta otras formas más sutiles de marginación, y por supuesto la tradicional prisión.
Pero al mismo tiempo, y pensando en el largo plazo, se desarrolla una estrategia que va más allá de la eliminación del “enemigo”. Apuntan a “neutralizar al relevo generacional”, a los estudiantes secundarios, los de menos de 18 años.
Para neutralizar a estos jóvenes/niños, nada mejor que aterrorizar a las familias. Así, la famosa Revista Gente, publica en diciembre de 1976 una “Carta Abierta a los Padres Argentinos” en la que podemos encontrar pensamientos como éste:
Interésese por los libros que los profesores o los sacerdotes (3) le recomiendan a su hijo. … No mire con indiferencia otras actividades que se presentan a desviaciones: los campamentos, los encuentros de convivencia, los retiros espirituales, las visitas a villas miseria… Un día, cuando su hijo empieza a discutir con usted, cuestiona sus puntos de vista, habla de “brecha generacional”, afirma que todo lo que aprende en la escuela es bueno y todo lo que aprenda en la casa es malo o está equivocado, ya es demasiado tarde. Su hijo está hipnotizado por el enemigo. Su mente es de otro. De allí a la tragedia hay un corto y rápido paso. Si eso ocurre y un día usted tiene que ir a la morgue a reconocer el cadáver de su hijo o de su hija, no puede culpar al destino o a la fatalidad. Porque usted pudo haberlo evitado.”
O como éstas recomendaciones de lectura:
“En otros colegios ya no se lee a Cervantes. Ha sido reemplazado por Ernesto Cardenal, por Pablo Neruda, por Jorge Amado. Buenos autores para adultos seguros de lo que quieren, pero malos para adolescentes acosados por mil sutiles formas de infiltración y que todavía no saben lo que quieren. Si usted no los leyó, léalos y saque conclusiones. Eso también es parte de su trabajo y de su responsabilidad en este tiempo y en esta guerra. Piense que si no lo hace, de pronto tiene que aceptar que “Las venas abiertas de América Latina”, por ejemplo, sea uno de los libros de texto de su hijo. No se asombre. Ocurrió.”
“Analice las palabras que su hijo aprende todos los días en la escuela. Hay palabras sonoras, musicales, que forman frases llenas de belleza. Pero que encierran claves que el enemigo usa para invadir la mente de su hijo. Cierto tono clasista en los comentarios, la palabra “compromiso”, descripciones del mundo como un mundo de pobres y ricos, y de la historia como una eterna lucha de clases. Por ese trampolín se salta rápidamente de la educación tradicional (la que reconoce jerarquías: el alumno en el banco y el profesor en el estrado) a la “educación liberadora” que preconizaba Paulo Freire, un ideólogo de Salvador Allende. ¿Sabe qué postula la “educación liberadora”? Yo se lo digo. Nada de jerarquías. Igualdad entre profesores y alumnos. Lo mismo el que sabe que el ignorante. En una palabra: anarquía.”
En 1977, se distribuyó en las escuelas un material gráfico dirigido a los padres con hijos en edad escolar, titulado: «Cómo reconocer la infiltración marxista en las escuelas», y podía leerse:
«Léxico marxista para uso de los alumnos: (…) Lo primero que se puede detectar es la utilización de un determinado vocabulario que, aunque no parezca muy trascendente, tiene mucha importancia para realizar este ‘trasbordo ideológico’ que nos preocupa. Así, aparecerán frecuentemente los vocablos diálogo, burguesía, proletariado, América latina, explotación, cambio de estructuras, capitalismo».
Recuerdo un anuncio oficial con el que bombardeaban a nuestros padres desde la tele: “¿Sabe usted donde está su hijo en este momento?” Y otro slogan: “Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro.” Era el reino del miedo, del “no te metás”, y del “algo habrán hecho”.

¿Quiénes eran los jóvenes secuestrados?
María Claudia Falcone, Claudio de Acha, María Clara Ciocchini, Francisco López Montaner, Daniel Racero, Horacio Ungaro, Emilce Moler, Patricia Miranda, Pablo Díaz y Gustavo Calotti. Pero la Noche de los Lápices fue larga, fueron muchas noches, y llegaron a más de 250 los jóvenes estudiantes y obreros de menos de 18 años que desaparecieron en esos años.
Los diez protagonistas de aquella noche eran militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES), rama estudiantil de la Juventud Peronista. Eran militantes estudiantiles, los detuvieron por ser militantes de la UES, Eran jóvenes –muy jóvenes-comprometidos. El medio boleto estudiantil era una reivindicación más de la lucha que habían iniciado en las calles un año antes.
¿En que se diferenciaban de cualquier adolescente? En nada. Tenían los mismos gustos y pasiones que cualquiera de ellos. Y también les interesaba la política, y militaban en Centros de estudiantes, y tenían la ilusión de una vida mejor para todos.
Ellos no querían “nada del otro mundo”. Simplemente, los chicos de la Noche de los Lápices pertenecían a una generación de pibes “para los que nada de lo humano les fue ajeno”.
La que sí era “del otro mundo”, era la Latinoamérica de los años 70.


(1)   El título se inspira en una pintada de los estudiantes del Colegio Otto Krause en 1987, en memoria de los chicos de La Noche de los Lápices.
(2)   El medio boleto estudiantil era una reivindicación solidaria de los estudiantes que solicitaban que aquellos estudiantes que vivían en barrios alejados y con menos medios económicos, que necesitaban del transporte público, pagaran la mitad de la tarifa.
(3)   Téngase en cuenta que en esa época, existían muchas organizaciones católicas que ligadas al pueblo y a su realidad, y muchos militantes políticos y sociales surgieron de agrupaciones de base de la Iglesia.

1 comentario:

jose luis regojo dijo...

Más sobre Argentina en: http://joseluisregojo.blogspot.com/2012/01/argentina-contra-la-impunidad-ayer-y.html