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lunes, 6 de febrero de 2012

La movildicción: una nueva enfermedad entre los adolescentes

Como cada año, al empezar un nuevo curso escolar y con él las clásicas reuniones de padres de inicio de curso, me encuentro ante la necesidad de avisar a los padres de que lo más importante a tener en cuenta NO es el estudio, por paradójico que parezca: es que sus hijos adolescentes coman y duerman bien.
No tengo datos en la mano, solo 25 años de experiencia en las aulas, pero me consta que una cantidad importante de adolescentes llega al instituto o a la escuela sin desayunar o habiendo desayunado muy poco, con lo cual su rendimiento escolar se reduce. Se duermen en clase porque han ido a dormir tarde ya sea viendo la televisión, conectados a Internet, o chateando por el móvil. Y los padres o lo ignoran o lo quieren ignorar porque no saben qué hacer y no tienen valor para enfrentarse a sus hijos.
Yo no tengo la solución, ni este artículo la da, pero sirva como reflexión en voz alta de un peligro cercano.
Un artículo publicado por El País en 2009 y escrito por Cristóbal Ramírez, decía que los adolescentes cambian continuamente de terminal, hablan de forma compulsiva, se dan toques sin cesar. La tecnología destapa trastornos, abusos a profesores, controles paternos y sumisiones sexuales. Así es la nueva dependencia a la comunicación del siglo XXI.

Hoy en día nos encontramos en las aulas con el fenómeno del What's up, una aplicación con un coste mínimo mediante la que se puede chatear gratis en vez de mandar SMS, enviar las coordenadas de dónde estas gracias a Google Maps, y enviar fotografías de una manera sencilla. ¿Qué pasa? Que a la lucha permanente por intentar mantener un mínimo de silencio y atención en las aulas, ahora le hemos de añadir la vigilancia para que el alumnado no esté chateando en el aula, ni de un aula a la otra, ni haciendo fotos al profesor en cuanto se gira para escribir en la pizarra.


Algunas personas pensaran que exagero pero Carmen Perona, abogada de Comisiones Obreras, no opina lo mismo. Según Ramírez: Uno de los casos que lleva es el de un profesor de instituto que ha visto cómo la doctrina del móvil en los chicos le ha hecho caer en una depresión. La jugarreta fue que un alumno le grabó en clase, a pesar de que el uso del celular está prohibido en todas las aulas del país. Lo peor vino después. A la cara del docente le pusieron el cuerpo del actor porno Rocco Sifredi y colgaron las imágenes en YouTube. Él no supo nada hasta que un alumno se lo contó. Llegó un momento en que era incapaz de aguantar tantas burlas. Ahora está de baja.


Pero los docentes no son las únicas víctimas del uso desaforado e inadecuado del móvil, según el artículo al que me he referido al principio. Los propios usuarios también engrosan el número de víctimas del móvil. Como Cristina, una joven que cursaba 1º de ESO en un instituto de Madrid:. A Cristina se le petrificaba el almuerzo cada día. Una mano en la cuchara y la otra en el móvil, con el pulgar en contracción. "Vamos, hija, come", le repetía su madre. Ella estaba más atenta a los toques y los mensajes que a las lentejas. Terminada la comida a trompicones, Cristina se encerraba en su cuarto. Su escondite para más toques, descarga de música y charlas sobre ligues de clase. Cristina tiene 12 años, aparenta más y es popular en su instituto. Muy popular. Lleva tacones y acentúa una personalidad que aún no tiene. Hace unos meses, podía pasarse toda la tarde marcando números de teléfono y contestando llamadas. Salía de la habitación y sólo tenía reproches. Gritos. Hasta que la madre, desbordada, pidió ayuda a una psicóloga. Carmen García, profesional del gabinete Doble C, situado en un barrio al sur de Madrid, recibió a la niña.
-  ¿Cuánto dinero te gastas con el móvil?  
-  Unos 80 euros al mes. 
-  ¿Eres consciente? Es mucho, ¿no? 
-  Tampoco es tanto. El dinero sale de mis padres, pero yo hago cosas a cambio. 
-  ¿Crees que estás enganchada? 
-  Yo hablo. Lo que hace todo el mundo.

Sí, pero además dormía todas las noches con el móvil encendido bajo la almohada. Para enviar mensajes. No descansaba bien. Entre Carmen y sus padres le retiraron el aparato un tiempo. "Malvados. ¿Cómo me voy a comunicar?", fue lo primero que le salió por la boca. Se acostumbró. Luego se lo devolvieron, pero hablaron con la compañía telefónica para que sólo pudiera recibir llamadas. Después se limitó el gasto a un euro mensual. Ahora puede consumir hasta 10 euros. Es lo que hay.

La dura realidad es que cada vez hay más Cristinas en el mundo y en nuestros centros escolares. Los padres  dicen que sí a todo ("Es que todos los compañeros de clase lo tienen, menos yo".... nos dicen nuestros hijos) con tal que a sus hijos no les falte nada. Falso, no todos lo tienen. Pero, a veces es más facil mirar hacia otro lado que enfrentarse al problema.

El artículo analiza el estudio Global mobile forecasts to 2010, de Informa Telecoms & Media, empresa británica especializada en comunicación sobre tecnologías digitales. Según él, al menos uno de cada tres jóvenes con móvil confiesa sentirse intranquilo o ansioso cuando se ve sin él. Imáginaos qué pasa cuando a un alumno le 'retienes' el móvil por haberlo utilizado en la clase y no se lo devuelves hasta un par de días después. Pues lo peor no es la reacción del alumno que ha quedado 'desconectado' del mundo: es la de sus padres llamando al instituto para que le sea inmediatamente devuelto sin pararse a pensar en el mensaje educativo que se quería transmitir al confiscarlo temporalmente.

Si seguimos leyendo el artículo, veremos el caso de Mercedes Sánchez-Martínez, del departamento de medicina preventiva y salud pública de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM). Un día de camino a casa, en el metro sólo vio chicos con el aparato en la oreja. Y se le ocurrió tema para su tesis. 

Con Ángel Otero, supervisor de su tesis, trabajó con 1.328 adolescentes, y edades comprendidas entre los 13 y 20 años, de nueve centros educativos de la Comunidad de Madrid. Un dato habla por los demás: un 41,7% de los encuestados usaba el móvil de forma intensiva; es decir, más de cuatro veces al día y con un gasto superior a 30 euros mensuales.

Eso no fue lo más preocupante, según el artículo. En junio de 2008 ya había en Lleida dos niñas de 12 y 13 años tratándose por una adicción al móvil en el Centro de Salud Mental Infantil y Juvenil

¡Habíamos conseguido ser los primeros en algo, a nivel mundial!

Ese caso, según Ramirez, parecía el primer caso global. "Llegué a la conclusión de que es algo que está ocurriendo, pero no trasciende", apunta Carmen Tello, psicóloga de la institución. Los padres se alertaron por el fracaso escolar de sus vástagos. Nunca pensaron que estuvieran enganchados a un cacharro de cuatro centímetros. "Pues era mañana, tarde y noche. Una prolongación de sí mismos. El móvil destapa sus carencias sociales y de confianza. Nosotros no teníamos un programa específico de actuación, como sí existe en la adicción al cannabis, así que confeccionamos trajes a medida".

Este es un trastorno silencioso, muchas veces invisible. Pero impide que nuestros hijos duerman un mínimo de horas, acrecienta su ansiedad de sentirse (o no) parte de un círculo social. Lo malo es la pérdida de control, que no se pueda vivir sin el móvil porque ha sido 'retenido' por el profesor.... y que la familia no se dé cuenta de esa adicción.

El artículo del señor Ramírez nos comenta otro caso, el de una joven de 17 años llamada Lara. Le cuesta trabajo parar. "Es demasiado sociable", cuenta su madre, Rosa Quejada. Tiene ese vicio. Habla y no se da cuenta. Lara tuvo su primer móvil a los 13 años. Ahora ya va por el cuarto. Casi uno por año. Rosa no veía bien que una niña de esa edad andara por ahí con un aparato así. Pero Lara se salió con la suya y su madre cedió. "Así le voy a tener controlada, pensé. Ella y sus hermanos venían solos del comedor del colegio y luego salían. Te quedas tranquila escuchando su voz". Lara envía mensajes, como el 55% de los jóvenes,... Y, por supuesto, realiza llamadas perdidas, como el 70% de los encuestados. Y sigue hablando. "Un mes se gastó 100 euros porque contrató no sé qué historia de promoción y no se leyó la letra pequeña", recuerda Rosa. La castigó rescindiendo el contrato y dándole una tarjeta prepago. Ahora tiene 15 euros al mes y ella se administra. "Si se lo gasta el primer día, es su problema".

Pero aún no hemos entrado en otro tema, el sexo, la pornografía y el móvil. Sí, padres y madres, ahí también puede haber un problema. Un 14% de los chicos del estudio de la Universidad Rey Juan Carlos de Madrid confiesa haber recibido mensajes pornográficos.

El sexo, no obstante, puede volar de la manera más inocente al principio, y tener un final desconocido y a veces terrible. Una chica que se hace una foto desnuda y se la envía a su novio. Esta práctica, que se extiende sin cesar por Estados Unidos, se ha denominado sexting. Un neologismo fruto de la unión de las palabras sex (sexo) y text (mensaje), que no es otra cosa que la experimentación de nuevas sensaciones en la pubertad. Según una encuesta de diciembre de 2008 de National Campaign to Prevent Teen & Unplanned Pregnancy, un 20% de los jóvenes de 13 a 19 años admite haber enviado imágenes explícitas de sí mismos por móvil y correo electrónico. Los problemas vienen cuando la imagen toma caminos imprevistos.  Fuela historia de Jessica Logan. El año 2008, esta chica de 18 años de Ohio mandó a su ligue una foto sensual propia. Cuando cortaron, él se la reenvió a otras chicas del instituto. Estas compañeras empezaron a insultarla. Jessica lo pasó mal. Cada vez más gente se enteraba de la existencia del archivo secreto. Un día, se envalentonó y fue a un programa de televisión a contar su historia. Para prevenir a otras jóvenes. El acoso continuó. Le hacían la vida imposible. Dos meses después, Jessica se quitó la vida. Y el sexting estalló en los telediarios norteamericanos.

Mi intención no es alarmar a los padres, ni prohibir los móviles. Mi única intención es poner en guardia a los padres: poner un espejo para que se miren en él y se pregunten si realmente saben lo que hacen sus hijos con el móvil, si realmente apoyan al profesorado cuando toma medidas para educar a sus hijos en el uso adecuado del móvil. En esta historia los únicos engañados somos los adultos:, no podemos informarnos a la velocidad de nuestros hijos, pero hemos de estar vigilantes. El móvil e internet tienen, como el chocolate o los porros, un componente placentero que llega a ser adictivo que desconocemos.

Sin ir más lejos y para no acabar este artículo de forma excesivamente alarmante, os aconsejo que no olvidéis un aparato de tecnología punta que nunca ha fallado ni ha creado adicciones dañinas, que yo sepa, por supuesto. Se lo podéis regalar a vuestros hijos o aconsejárselo cuando estén desesperados porque el profesor les ha 'retenido' el móvil. Lo encontraréis aquí.
 

Artículo redactado con C. Catalán y publicado en la revista Entrejóvenes nº 122 sep-oct 2011
@jlregojo 

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Reflexión interesante sobre la brecha digital en http://toya-pasosinhuella.blogspot.com/2012/02/la-brecha-digital-que-hacer.html
...Pero antes hemos de perder nuestro miedo a no estar a la altura, nuestro complejo de inferioridad de generación pre-google.

Algunos links que pueden ayudarnos:

http://www.pantallasamigas.net/
http://www.ciberfamilias.com/index.htm
http://www.osi.es/

Pau Martínez dijo...

Hola José Luis, me llamo Pau Martínez Farrero y soy padre de un chico del instituto. Interpreto que en tu artículo hablas de la debilidad que actualmente muestran los padres en muchos momentos de la educación de sus hijos. Yo también creo que es un problema muy grave, y que tendrá repercusiones aún más graves cuando estos chicos, en el futuro, tengan que asumir su función como padres.
¿Dónde está, qué ha ocurrido con el vigor de los padres?
Décadas atrás se suponía que los niños y los jóvenes, de entrada, "no tenían" objetos de consumo. Los padres mostraban su vigor y su valentía como padres luchando y esforzándose para conseguir que sus hijos pudieran "tener algo". En este sentido, muchos padres de la generación de los años 50, 60 y 70, decidieron emigrar del campo a la ciudad, entre otras cosas, para conseguir que sus hijos tuvieran unos estudios que en aquel momento en el campo era prácticamente imposible tener.
Actualmente ocurre lo contrario, se supone que los chicos lo "han de tener todo" (play station, wii, internet en casa, internet en el móvil, extraescolares, colonias, viaje a Eurodisney, etc.). Por este motivo, la lucha de los padres debería consistir justamente en evitar que sus hijos tengan tanto, porque sin duda alguna, creer que se puede "tener todo" es perjudicial, a corto, medio y largo plazo. En eso deberían emplear su vigor como padres. Pero lo que solemos encontrarnos hoy en día, en este sentido, son padres muy débiles, que consienten ante la mínima exigencia, venga de donde venga.
Hace 15 años aproximadamente, cuando empezaron a comercializarse los teléfonos móviles, aquellos artilugios grandes, caros y pesados, se compraban para usarse sólo en caso de necesidad; ¡toda la vida habíamos vivido sin ellos! Al poco tiempo me sorprendió que diversas compañías empezaran a comercializar teléfonos móviles con carátulas intercambiables: carátulas de colores chillones y dibujitos diversos. "¿A quién narices le podía importar el color de su teléfono móvil?" —pensé en aquel momento—. ¡Cómo iba a imaginar que las compañías estaban intentando conquistar el mercado de los adolescentes! ¡Un pastel muy suculento!, como se ha podido comprobar. Lo que no entendía entonces era que las leyes del Mercado (en mayúscula, puesto que no deseo mostrarle confianza) no quieren saber nada acerca de escrúpulos, de ética y mucho menos de respeto por la educación de los niños y adolescentes.
Actualmente, buena parte del código moral que guía a los ciudadanos a decidir entre lo que es bueno y lo que es malo está escrito, en mi opinión, por las leyes del Mercado; supongo que de esto se trata en una sociedad de economía neoliberal como la que nos han impuesto (en cursiva, porque yo sí creo que detrás hay nombres y apellidos). El Mercado cada día tiene más poder y los padres cada día son más débiles ante ello. No sólo ocurre en el terreno de la educación. La industria farmacéutica está aprovechando, para convertir en enfermedades (antes era la dislexia, ahora es el trastorno por déficit de atención) problemas estrictamente educativos, gracias a las cuales comercializar psicofármacos a adolescentes y niños cada vez más pequeños (y hablando de adicciones, no olvidemos que Rubifen y Concerta, los medicamentos estrella para "curar" esta nueva "enfermedad", están compuestos de ANFETAMINAS). Estos psicofármacos cuyos efectos secundarios a largo plazo están por ver, a su vez ejercen un efecto relajante muy peligroso en aquellos padres que no quieren o no pueden preguntarse qué les pasa a sus hijos, porque los convierte en padres aún más impotentes ante nuevos retos educativos a los que tengan que seguir enfrentándose.
Ante este poder que, como ocurre con muchos de los poderes sociales y políticos actuales, cada día se muestra más tiránico, a educadores y padres nos quedan pocas armas con las que seguir defendiendo la educación de los chicos. Y yo también creo que entre estas armas contamos con Escribir y Decir (también en mayúsculas). Un saludo.

Maria dijo...

Buenas tardes,
Desde mi punto de vista no veo el móvil como algo peligroso para el desarrollo adolescente, el problema es la educación en general, tanto en el colegio como en los hogares.
Tú que eres profesor sabrás que, cada vez más, los niños crecen en un entorno tecnológico 100%. Han nacido en el auge de las tecnologías de la información y la comunicación. Los inputs informativos son cada vez más y más rápidos. El cerebro de los niños que ya nacen sabiendo usar la tecnología (nativos tecnológicos)procesa diferente que el cerebro de un niño de hace 25 años que aprendió al final de su infancia a hacer uso del ordenador. La diferencia neurológica es evidente, y aun así se enseña igual que hace 25 años. Soy estudiante de Psicología, y soy consciente de que la educación escolar en este estado da pena. Miles de estudios avalan nuevos métodos de enseñanza en la escuela, que no tienen nada que ver con las aburridas y soporíferas clases actuales. ¿Cómo un niño cuyo cerebro va a toda velocidad se le obliga a atender de una forma tan poco productiva para ellos? ¿Y si aprovecháramos ese nuevo potencial de los niños y adolescentes de hoy en día?

Y aquí señalo: ¿Cómo no se van a distraer con el móvil, si en clase no encuentran nada motivante?
Está claro que no se puede enseñar a un niño de ahora como a uno de hace 25 años y por lo tanto que el contenido curricular y la metodología están caducadas, así como pienso que mucha información que te hacen retener en la escuela es inútil y mucha otra la olvidan o incluso la desconocen. ¿Y la inteligencia emocional? Quizás si la entrenásemos en el colegio seríamos más capaces de poder atender a nuestros mayores y dejarse de tiranías patriarcales.

También culpo de esto a que los profesores no sean conscientes que su profesión implica un aprendizaje de por vida de lo nuevo en cuanto a su profesión, ya que me parece mentira que yo tenga acceso a información como esta y vosotros sigáis mirando hacia otro lado, culpando a cosas absurdas y evitando continuar con el seguimiento de descubrimientos y de novedades relacionadas con la enseñanza. Y eso no es culpa de los profesores, sino de las mismas facultades de magisterio que no enseñan bien a los futuros profesores. Los mismo profesores que salen actualmente de la facultad de magisterio y proceden a estudiar algo más allá del grado (antigua diplomatura)aceptan que no han aprendido nada en toda la carrera.
Está claro que hasta que no cambie la educación, no cambiarán los hábitos.
Saludos.