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domingo, 6 de septiembre de 2020

Lo que aprendí sobre el racismo escuchando a las personas que lo experimentan / Rob Wijnberg






Os transcribo la versión en castellano de un artículo muy interesante del periodista Rob Wijnberg que ha traducido del neerlandés Àngels Oliveras Vilaseca.

Rob Wijnberg es filósofo, escritor y periodista, fundador de la plataforma periodística De Correspondent y de su expansión al inglés The Correspondent.

Al final del artículo, encontraréis un enlace con su versión original en neerlandés y su traducción al inglés.



Lo que aprendí sobre el racismo escuchando a las personas que lo experimentan / Rob Wijnberg


«Yo no veo el color»

Hace siete años dije algo parecido en relación con el racismo, totalmente convencido de que era lo que tenía que decir. Hoy, siete años más tarde, me avergüenzo al leer mis palabras. Y si se lo oigo decir a alguien, siento vergüenza ajena.

Lo que ha cambiado ha sido que he dejado de preguntarme qué es lo que yo pienso que es el racismo y he empezado a escuchar lo que tienen que decir las personas que lo viven de primera mano. Personas que tienen un aspecto diferente al mío. Personas que proceden de un lugar distinto al mío. Personas que experimentan el mundo de forma diferente a como lo hago yo.

Este artículo es un intento de resumir lo que he aprendido de esas personas. Nada de este texto pretende acusar ni censurar a nadie; a pesar de todo, si alguien lo sintiera así, es que seguramente hay una razón para ello. Yo también me sentía atacado cuando se hablaba de racismo y ahora veo que esto era parte del problema. Si reaccionas irritado o a la defensiva, pregúntate cuál es el motivo. La respuesta puede ser muy esclarecedora.

Si no te sientes atacado, será porque «como el universo no tiene centro, tú no puedes serlo», parafraseando al astrónomo Neil deGrasse.(1) En pocas palabras: entiendes que el mundo no gira alrededor de ti. Y que la realidad en la que por casualidad vives no es la misma para todas las personas.

Y esta es justo la lección más importante que aprendí de las conversaciones que tuve: que todas las personas podemos vivir en el mismo mundo y al mismo tiempo habitar planetas totalmente diferentes.

La diferencia entre esos planetas sigue estando determinada en gran parte por el color de la piel, la procedencia, el género y la orientación sexual. (2) A ver, no es así al cien por cien, no tanto como antes, no en todos lados igual, pero en buena parte sigue siendo así. Y si por azar eres blanco, autóctono, hombre y heterosexual (como yo), es muy probable que no te hayas dado ni cuenta de esto. Por otro lado, si resulta que eres negro, inmigrante, mujer o queer, no entiendes cómo a alguien se le puede pasar por alto.

La frustración mutua resultante es lo que se suele llamar «el debate sobre el racismo ». 


El racismo es una jerarquía social con personas como yo en la cima

Una de las cosas más importantes que aprendí fue gracias a OluTimehin Adegbeye, nuestra corresponsal ubicada en Nigeria, que escribe sobre discriminación y exclusión. Me explicó que el racismo no trata tanto de cómo yo la veo a ella, de lo que pienso de ella o de cómo me relaciono con ella —aunque es cierto que el racismo se manifiesta también en las actitudes, las opiniones y los comportamientos de la gente.

De hecho, hay gente que considera inferiores a las persones de color y así las trata. A veces, a esa gente se la reconoce por el capirote blanco que lleva o por los tatuajes de esvásticas; otras, no se la reconoce por nada. A veces, lo oyes por lo que opinan sobre raza e inteligencia; otras, no lo oyes para nada. A veces, se nota por la selección que hacen de los solicitantes de empleo o por sus políticas de derecho de admisión; otras, no se nota en nada.

Pero estas actitudes, opiniones y comportamientos son solo síntomas del racismo. El racismo en sí mismo, como explicó OluTimehin (3), es un sistema. Un sistema que produce y mantiene una determinada jerarquía social, con personas como yo —blanco, hombre, heterosexual— arriba, y personas como ella —negra, mujer, queer— abajo.

Este sistema —y no mi visión del mundo, actitud o comportamiento— es contra lo que protesta el movimiento Black Lives Matter. Cuando se deja que el sistema funcione de manera natural, el resultado más probable es que OluTimehin trabaje para mí y no al revés.

«Un mundo en el que no haya ningún racista puede seguir siendo racista», resume con acierto OluTimehin, «mientras el sistema que produce esa jerarquía siga existiendo».

Podemos imaginar esa jerarquía así:

Yo soy un hombre blanco heterosexual. Nací en los Países Bajos, hijo de padres blancos con buenos salarios. Fui a una buena escuela y probé luego diversos estudios hasta acabar graduándome en el que realmente más me interesaba. A continuación, obtuve un empleo en un periódico respetable, del que me fui, después de seis años estupendos, por un conflicto ideológico. Decidí crear mi propia empresa y recurrí a mis contactos para que me echaran una mano. Medio año más tarde, acudí a un conocido programa nacional de televisión y lancé un crowdfunding que consiguió el capital de arranque necesario para crear la plataforma periodística que ahora estás leyendo. (4)

Nada de esto fue porque soy un hombre blanco, autóctono y heterosexual.(5)

Pero si hubiera sido un hombre negro habría sido menos probable que mis padres ganaran tanto dinero, que hubiera ido a una buena escuela, que me hubiera sentido libre para probar diversos estudios antes de encontrar el que me interesaba suficiente para terminarlo. También habría sido menos probable que hubiera obtenido un buen trabajo en un periódico respetable, y seguramente hubiera tenido menos apoyo social para mantenerme firme ante un conflicto ideológico que me acabaría llevando a marcharme de allí. Por eso, habría sido menos probable que hubiera creado mi propia empresa y seguramente hubiera tenido menos contactos para poder conseguirlo. Además, habría sido menos probable que me hubieran invitado a un conocido programa de televisión para lanzar mi empresa, por lo que también se hubiera visto reducida la probabilidad de obtener suficiente capital para poner en marcha la plataforma que estás leyendo.

En resumen, si yo fuera un hombre negro sería significativamente menos probable que me hubiera convertido en el fundador de De Correspondent.

Y todavía sería menos probable si fuera una mujer negra. Y aún menos si fuera una mujer negra y lesbiana. Y mucho menos si fuera una mujer negra, lesbiana y procedente de otro país.(6)

Como ya habrás notado, la palabra clave en todo esto es probabilidad. Porque aunque el racismo es sistémico, nada está predeterminado ni es inevitable. El que seas negro, inmigrante, mujer o queer, o todo al mismo tiempo, no significa que no pudieras haber fundado De Correspondent. Racismo significa que en tu caso la probabilidad de conseguirlo no es la misma que la que tengo yo.

Si la vida es un casino, entonces el racismo es lo siguiente:

Un hombre blanco va al casino con cien euros, saluda al portero, cambia el dinero en fichas por valor de cien euros en la caja y las pone todas en el número 24 de una ruleta francesa, en la que tiene 1 sobre 37 posibilidades de que la bolita caiga en su número.

Un hombre negro va al casino con noventa dólares (porque gana menos), lo registran en la entrada («es el procedimiento, señor»), cambia el dinero en fichas por valor de ochenta euros en la caja («tasa de cambio»), y las coloca todas en el número 24 de una ruleta americana, en la que tiene 1 sobre 38 posibilidades de que la bolita caiga en su número (porque hay una cero extra en la rueda)(7).

En el casino no trabajan racistas.


Desde arriba, cualquier pirámide social parece plana

La segunda cosa más importante que aprendí fue que es dificilísimo imaginarte que de verdad existe una jerarquía social, cuando tú mismo estás arriba. Desde arriba, todas las pirámides parecen planas.También la pirámide histórica, socioeconómica que es nuestra sociedad.

Una persona blanca que dice: «Yo no veo el color» es lo mismo que un director que dice «Yo no veo la jerarquía». Que para ti no sea visible no quiere decir que no esté allí.

Lo que sí quiere decir es que tú puedes permitirte no verla.

Aprendí esto gracias a Eliza Anyangwe, nuestra jefa de redacción de The Correspondent, cuando nos preguntábamos cómo puede ser que a veces nuestros colegas la perciban a ella como una persona dominante, insensible y mandona, y a mí no, mientras que solemos tener las mismas opiniones, decir las mismas cosas y seguir la misma política.

Una parte de la respuesta es: porque ella se comporta de forma más dominante, muestra menos vulnerabilidad e inicia el debate más a menudo que yo.

Pero otra parte de la respuesta, igual de importante es: porque yo puedo permitirme no hacerlo.

¿Y eso por qué?

Porque como hombre blanco y heterosexual soy la norma. Si fuera el director de una compañía de aviación, en el periódico pondrían: «Rob Wijnberg, al frente de KLM», y no «Un hombre al frente de KLM». Si tuviera novia, la gente diría: «Tiene una relación», y no «Ha salido del armario». Si tuviera un papel en una película, el guion pondría «Un hombre entra en la habitación», y no «Un hombre blanco entra en la habitación».

La consecuencia de ser la norma es que las cosas que para mí son naturales y no me suponen ningún esfuerzo, para otros no es así en absoluto. Si yo quiero tener atención, no tengo que exigirla, la recibo sin más. Si quiero ser tomado en serio, no tengo que demostrar primero que debería ser tomado en serio, me toman en serio sin más. Si quiero dar mi opinión, no tengo que pedir turno antes o esperar mi oportunidad, la doy sin más.

El resultado es que no me hace falta ser dominante, insensible y mandón para ser visto, escuchado o tomado en serio. Y en el caso de que fuera dominante, insensible y mandón, se aceptaría más rápido, y es probable que me consideraran “varonil”, “decidido” y “con dotes de liderazgo”

Pero si no eres la norma, porque no eres blanco, o no eres hombre, o no eres heterosexual, o no eres autóctono, o nada de lo anterior, esas cosas no ocurren de forma natural, sin esfuerzo.

El resultado es que si quieres ser visto, escuchado o tomado en serio, tienes que atraer primero la atención, reclamar tu autoridad y exigir tu turno —y cuando lo haces pueden acabar llamándote “antipático”, “arisco”, “insistente” “exigente”, “exagerado”, “melodramático” o una combinación de lo anterior.

También puedes optar por no hacerlo, pero entonces te costará más recibir atención, ejercer la autoridad y que te den la razón — y eso supone que te asignen menos salario, menos posibilidad de promoción, menos tiempo en antena y menos espacios valiosos.

Mujeres directivas, activistas de color, homosexuales en un barco del Orgullo dicen sobre lo anterior: «Es exactamente así». (8)

Comentaristas de fútbol, presentadores de televisión y columnistas, todos ellos blancos, hombres y heterosexuales dicen sobre lo anterior: «¿Pero de qué hablas? [...] La esclavitud se abolió [...] el derecho a voto de la mujer [...] el matrimonio gay [...] esto no es América [...] igualdad de oportunidades [...] amigos negros [...] simples incidentes [...] libertad de expresión [...] solo una broma [...] saber encajar [...] sin mala intención [...] Barack Obama».

Ser la norma dificulta ver la norma. (9)

Así que te convences a ti mismo de que las ventajas que tienes en la vida se deben solo a tu propio esfuerzo.

Con viento en contra hay que pedalear más fuerte, con el viento a favor te crees que pedaleas más fuerte.

Y al final te acabas creyendo que no tienes ventajas en absoluto. Crees que el racismo no existe, porque tú no lo experimentas. Crees que el color no importa porque tú no lo ves.


El debate sobre el racismo no es un debate, no es una acusación ni un intento de hacerte callar la boca

¿Y?

¿Que la vida es injusta, el pastel está mal repartido, y los que sacan el mayor provecho no se dan cuenta de sus ventajas ni tienen el más mínimo interés en cambiarlo?

¡No me digas!

Pero yo qué tengo que ver en esto, te estarás preguntando. Si yo no puedo hacer nada… No es mi culpa, ¿no?

La buena noticia: casi nadie te echa la culpa de esto —aunque a veces puedas sentir que lo hacen. Casi nadie afirma que tengas la culpa de los esclavos que nunca has tenido, de la colonización de países en los que nunca has estado, de la violencia que nunca has utilizado, de la discriminación de personas a las que nunca has conocido.

Hay pocos activistas antirracistas partidarios de la idea cristiana del pecado original. (10) Y todavía menos los que propagan la idea de la culpabilidad individual en base al color de la piel, la procedencia, género u orientación sexual. Por suerte.

Lo que sí afirma la gente es que sigue habiendo enormes desventajas colectivas en base al color de la piel, la procedencia, el género y la orientación sexual —y que eso no cambiará si colectivamente seguimos haciendo como si no sucediera.

La mejor noticia: aunque no sea tu culpa, sí puedes hacer algo. En primer lugar: reconocer que es así. Reconocer que si tú no lo ves, no quiere decir que no exista. Reconocer que si tú no lo experimentas, no significa que no lo experimenten otros. Reconocer que aunque no pretendas ofender, tus palabras o acciones no puedan afectar a otra persona.

Porque el primer paso para solucionar un problema es reconocer su existencia.

Esto lo aprendí de Nesrine Malik, nuestra corresponsal que escribe sobre el progreso de la política (11). Por ese motivo, dice Nesrine, la protesta mundial de Black Lives Matter no es solo una una reacción al racismo creciente, sino un síntoma de progreso racial. Un síntoma de más empoderamiento, más igualdad y, sobre todo, más solidaridad. Más reconocimiento del problema.

En realidad, «el debate sobre el racismo» no es un debate. Tampoco es una acusación. Y, por supuesto, no se trata de pedir preferencia o compasión. Ni es un intento de callarte la boca o quitarte «lo que es tuyo».

Simplemente es el deseo de poder ir al casino con la misma cantidad de dinero en el bolsillo, que el portero te salude igual, recibir la misma cantidad de fichas en la caja y tener la misma posibilidad de ganar en la ruleta que cualquier otro.

Cuando OluTimehin (12), Eliza (13) y Nesrine (14) escriben estas cosas en sus artículos, se encuentran con miles de comentarios por parte de hombres blancos que les explican cuál es la definición del racismo, según los diccionarios que ellos tienen en la estantería. Que les explican que la raza es una ficción, según el libro de biología que tienen en la estantería. Que les explican cuánto tiempo hace que se abolió la esclavitud, según el libro de historia de su estantería. Que les explican que hay hombres blancos para los que la sociedad también es una pirámide difícil de escalar, según el libro de sociología de su estantería. Pero resulta que esos hombres no se preguntan por qué necesitan libros (15) para explicar todo esto.

Yo era un hombre así.

Por tanto, todavía nos queda mucho camino. Pero ver el problema es un gran paso en la dirección correcta.

Ver el color.



Texto original en neerlandés: “Wat ik leerde over racisme door te luisteren naar mensen die het ervaren”, de Rob Wijnberg, publicado en De Correspondent el 30 de julio de 2020. 

Versión en inglés: https://thecorrespondent.com/616/what-i-learned-about-racism-by-listening-to-people-who-experience-it/14375046840-d1cb2d39


(1)Fuente: https://twitter.com/neiltyson/status/1043185778795454465

(2)También hay otros motivos, como el nivel educativo o la clase social, pero lo que quiero destacar aquí es que el nivel educativo y la clase social no solo son identidades marginalizadas en sí mismas, sino que también son el resultado del color de la piel, la procedencia, el género y la identidad sexual.

(3)https://thecorrespondent.com/547/what-racism-really-is-hint-its-not-your-attitude-or-belief/5097530196-b1339fea

(4) www.decorrespondent.com

(5) El privilegio es correlativo, no causal. También hay hombres blancos, autóctonos y heterosexuales de familias pobres, con menos formación académica, con trabajos no tan buenos, con menos contactos sociales y sin una empresa propia.

(6) Y todavía mucho menos probable si yo tuviera una discapacidad física o intelectual, pero esto lo dejo de lado deliberadamente.

(7) Los números mencionados se refieren a las probabilidades con la ruleta francesa (un cero) y la americana (dos ceros), pero es en sentido figurado, por supuesto. En realidad, las oportunidades (en el mercado laboral, por ejemplo) se distribuyen de otra manera (con todavía más desventajas para las personas de color, por cierto).

(8) Lynn Berger escribió este estupendo artículo sobre el tema: https://thecorrespondent.com/568/what-is-it-like-when-people-like-you-arent-listened-to-this-author-knows-all-about-it/5293230624-84aa9b7d

(9) Esto tiene un nombre: la ceguera de los privilegios: https://hbr.org/2018/04/do-you-have-advantage-blindness

(10) El pecado original es la idea de que desde tu nacimiento cargas con la culpa por los delitos cometidos por generaciones anteriores a ti. Esto es diametralmente opuesto a la idea moderna de que el hombre nace inocente y solo se le puede responsabilizar de sus propios actos (o por negligencia).

(11) Aquí podrás conocer mejor a Nesrine: https://thecorrespondent.com/474/meet-our-better-politics-correspondent-nesrine-malik/4417238232-7ff2e290

(12) https://thecorrespondent.com/547/what-racism-really-is-hint-its-not-your-attitude-or-belief/5097530196-b1339fea

(13)https://thecorrespondent.com/140/the-case-against-civility-who-is-your-niceness-really-helping/1304669520-3bbe48ae

(14) https://thecorrespondent.com/576/how-50-years-of-racial-progress-fuelled-a-global-movement-against-racism/5367783168-09ede546

(15) Libros de hombres blancos y heterosexuales, por supuesto.

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