Una infatigable campaña mundial de solidaridad liderada por AI logró que Tailandia liberara al preso de conciencia camboyano Sok Yoeun.
La historia de Amnistía Internacional como una “organización de personas que trabajan por personas” está llena de pequeños-grandes éxitos. Tantos, al menos, como los presos de conciencia que consiguen su libertad gracias a las campañas mundiales de solidaridad promovidas por sus tres millones de miembros, simpatizantes y activistas en más de 150 países y territorios.El camboyano Sok Yoeun puede dar testimonio de ello. Y así lo hizo el 27 de febrero de 2004 a su llegada a Helsinki para reunirse con su familia tras pasar cinco años encarcelado en Tailandia pese a tener reconocido el estatuto de refugiado: “Me han salvado de los estertores de la muerte, nunca olvidaré este día. Ahora tengo dos patrias, Finlandia es mi nuevo hogar “.
Repetiría su emocionado agradecimiento un mes más tarde en la Asamblea General Anual de la Sección Finlandesa de Amnistía Internacional, donde mostró su “más profunda gratitud a AI por sus constantes esfuerzos para sacarme de prisión”, y su “respeto y máxima consideración a todos sus colaboradores” empeñados en la difícil tarea de ayudar a los demás.
Cierto. Las incansables iniciativas por su libertad incluyeron acciones urgentes, envíos de cartas, campañas publicitarias y presiones sobre gobiernos. El propio Sok Yoeun recibió miles de postales de solidaridad que le ayudaron a mantener el ánimo en prisión. AI-Tailandia coordinó una campaña de postales de protesta a las autoridades del país en la que participaron secciones nacionales de todo el mundo y otras organizaciones no gubernamentales. Y AI-Finlandia asumió un protagonismo especial para acompañar los esfuerzos por su liberación de otros para que pudiera instalarse en ese país nórdico junto a algunos familiares que ya lo habían hecho con el estatuto protector del ACNUR, el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados.
El estatuto de refugiado le había servido de poco a él mismo cuando fue detenido en Tailandia a finales de 1999. Tal arresto suponía una violación flagrante de la legislación internacional, y desembocó en la concesión de su extradición a Camboya, que provocó una oleada de protesta en todo el mundo. Amnistía Internacional describió el caso como “un asunto totalmente político” en el que chirriaban los procedimientos judiciales, y consideró el fallo como “un desaire a la ONU” que “demuestra que Tailandia no respeta las decisiones del ACNUR”.
La historia fue casi rocambolesca. Sok Yoeun, miembro de un partido opositor camboyano, fue acusado por el Gobierno de Phnom Penh de un atentado con cohete supuestamente dirigido en 1998 contra el entonces primer ministro Hun Sen. Analistas independientes consideraron infundada la acusación, que costó a otros dos activistas opositores seis meses de reclusión en un centro militar. Tras ser liberados cuando el juez de instrucción dictaminó que no había pruebas en su contra, ambos huyeron de Camboya y fueron reasentados en otro país en condición de refugiados.
En cuanto a Sok Yoeun, también huyó con su familia en septiembre de 1999 para buscar asilo y librarse de un posible arresto y juicio sin garantías. En noviembre obtendría de ACNUR el estatuto de refugiado. Pero eso no impidió su detención en Tailandia al mes siguiente, cuando un político local denunció que se estaba dando refugio a un “terrorista” camboyano. En Phnom Penh, la reacción del Gobierno fue pedir su devolución. Y aunque Sok Yoeun fue condenado inicialmente a seis meses de cárcel por entrada ilegal a Tailandia, el cumplimiento de esa pena el 26 de junio de 2000 no le bastó para recuperar la libertad. Las autoridades de Bangkok lo mantuvieron bajo arresto mientras seguía su curso el juicio de extradición, que acabaría perdiendo en noviembre de 2003, con la consiguiente avalancha de protestas en todo el mundo por el desprecio tailandés a su estatuto de refugiado.
Al final, el escándalo internacional y la infatigable campaña de activistas de derechos humanos a favor de Sok Yoeun llevaron a Camboya a retirar su demanda de extradición a mediados de enero de 2004, lo que permitiría su liberación el 26 de febrero. Un día después aterrizaba en Helsinki, donde era recibido con pancartas y flores para festejar otro pequeño-gran éxito de AI y sus miles y miles de “personas que trabajan por personas” como el ya ex preso de conciencia con su doble patria camboyano-finlandesa.
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