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martes, 6 de marzo de 2012

Hindúes - Chinas - Amazonas - Feminización de la pobreza

Mitra, madre del sol y del agua y de todas las fuentes de la vida, fue diosa desde que nació. Cuando llegó a la India, desde Babilonia o Persia, la diosa tuvo que hacerse dios.
Unos cuantos añitos han pasado desde la llegada de Mitra, y todavía las mujeres no son muy bienvenidas en la India. Hay menos mujeres que hombres. En algunas regiones, ocho por cada diez hombres. Son muchas las que no culminan el viaje, porque mueren en el vientre de la madre, y muchas más las que son asfixiadas al nacer.
Más vale prevenir que curar, y las hay muy peligrosas, según advierte uno de los libros sagrados de la tradición hindú:
-Una mujer lasciva es el veneno, es la serpiente y es la muerte, todo en una.
También hay virtuosas, aunque las buenas costumbres se están perdiendo. La tradición manda que las viudas se arrojen a la hoguera donde arde el marido muerto, pero ya quedan pocas dispuestas a cumplir esa orden, si es que alguna queda.
Durante siglos o milenios las hubo, y muchas. En camio, no se conoce, ni se conoció nunca, en toda la historia de la India, ningún caso de un marido que se haya zambullido en la pira de su difunta mujer.


Chinas

Hace unos mil años, las diosas chinas dejaron de ser diosas.
El poder macho, que ya se había impuesto en la tierra, estaba poniendo orden también en los cielos. La diosas Shi Hi fue partida en dos dioses, y la diosa Nu Gua fue degradada a la categoría de mujer.
Shi Hi había sido la madre de los soles y de las lunas. Ella daba consuelo y alimento a sus hijos y a sus hijas al cabo de sus agotadores viajes a través del día y de la noche. Cuando fue dividida en Shi y en Hi, dioses varones los dos, ella dejó de ser ella, y desapareció.
Nu Gua no desapareció, pero se redujo a mera mujer
En otros tiempos, ella había sido la fundadora de todo lo que vive:
había cortado las patas de la gran tortuga cósmica, para que el mundo y el cielo tuvieran columnas donde apoyarse,
había salvado al mundo de las catástrofes del fuego y del agua,
había inventado el amor, echada junto a su hermano tras un alto abanico de hierbas
y había creador a los nobles y a los plebeyos, amasando a los de arriba con arcilla amarilla y a los de abajo con barro del río.

Amazonas
Las amazonas, temibles mujeres, habían peleado contra Hércules, cuando era Heracles, y contra Aquiles en la guerra de Troya. Odiaban a los hombres y se cortaban el seno derecho para que sus flechazos fueran más certeros.
El gran río que atraviesa el cuerpo de América de lado a lado, se llama Amazonas por obra y gracia del conquistador español Francisco de Orellana.
Él fue el primer europeo que lo navegó, desde los adentros de la tierra hasta las afueras de la mar. Volvió a España con un ojo menos, y contó que sus bergantines habían sido acribillados a flechazos por mujeres guerreras, que peleaban desnudas, rugían como fieras y cuando sentían hambre de amores secuestraban hombres, los besaban en la noche y los estrangulaban al amanecer.
Y por dar prestigio griego a su relato, Orellana dijo que ellas eran aquellas amazonas adoradores de la diosa Diana, y con su nombre bautizó al río donde tenían su reino.

Espejos, Eduardo Galeano

Cómo revertir la feminización de la pobreza

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