En el apartamento donde vive Lillian Pungas en Berlín la
nevera está siempre llena, pero nunca sobra nada. Cocina y comparte la
comida no sólo con amigos y vecinos, sino con mucha otra gente. Lillian
forma parte de la plataforma Foodsharing de Berlín, pionera dentro de un
gran movimiento mundial contra el despilfarro de alimentos.
“Lo bueno de esta plataforma es que podemos hacer llegar comida a gente
que es pobre o lo necesita y que no va a ir a un comedor social o a
buscar una bolsa de comida en la calle”, comenta Lillian mientras saca
una tarta de manzana que acaba de hacer. “Le ofrezco esto a vecinos que
sé que tienen dificultades económicas y que tienen varios niños.
Simplemente saben que recibo mucha comida y que la voy dando por el
vecindario”.
Lillian es universitaria, y ella misma utiliza el
sistema como una forma de ahorrar. La comida se comparte también con los
cuatro estudiantes con los que convive. Generalmente, también lleva
parte de lo que recoge de supermercados, panaderías y restaurantes a
refugiados y personas sin techo.
La red en la que participa Lillian tiene un funcionamiento muy organizado. Está en la página web www.foodsharing.de
(en alemán), y cada persona que se involucra tiene que pasar un test
(con preguntas de ética y sentido común) antes de formar parte de ella.
Hay dos tipos de usuarios: los negocios de comida y las personas que se
ofrecen a llevarse lo que sobra.
“Se tiene que
estudiar durante unas dos horas para saber cómo funciona”, cuenta
Lillian. “Una vez que aceptas las condiciones, firmas que eres tú, y el
negocio también lo hace, para responsabilizarse legalmente de que la
comida repartida sea segura. Tienes que saber que hay unas reglas que se
deben cumplir. No se puede, por ejemplo, llegar tarde a la hora en la
que la cafetería te ha dicho que va a sacar la comida. En las tres
primeras visitas a los negocios estás a prueba, y si lo haces bien
recibes un pequeño certificado. Aun así, si no lo haces bien o promueves
líos, te pueden puntuar mal y quedas fuera de la plataforma”.
Por su parte, los negocios que participan colocan en perfiles públicos
sus condiciones, como por ejemplo, llevarse la comida todos los días a
las nueve de la noche. Pueden indicar también la cantidad de gente que
necesitan que vaya, porque un supermercado puede tener mucha fruta o
verdura y que sean necesarias varias personas para cargar la comida.
Dentro del grupo online, la gente se pone de
acuerdo con dos días de anticipación. Quienes reciben se comprometen
éticamente a compartirla con gente. No existe obligación de enviarla a
gente sin techo, aunque hay estructuras sociales que utilizan el
sistema.
Por un asunto de logística, los equipos
suelen dividirse por barrios. “Soy miembro de 15 negocios”, agrega
Lillian. “Estoy en el equipo de una panadería, en un supermercado, y en
uno de un restaurante, siempre cerca de casa”.
NEVERAS EN LA CALLE
Lo que ni Lilian, ni sus vecinos, ni sus compañeros de piso se van a
comer, ella lo lleva a uno de los tres locales que la plataforma tiene
en el barrio, los llamados lefties shops, neveras
con comida gratis, abiertas libremente todas las tardes. “Es sentido
común”, añade. “Si sé que no voy a poder repartirlo con más gente, lo
llevo allí. Además, si son tomates muy maduros, los llevo a casa y hago
una salsa, porque allí tendrán mal aspecto. Si son manzanas, sé que las
puedo llevar porque duran un poco más”.
Para los
restaurantes no sólo es un trabajo menos, el de tirar la basura, sino
que también suelen alardear de que no desperdician comida. Es toda una
marca de buena reputación. En el barrio de Lillian hay panaderías,
supermercados y restaurantes que forman parte de la plataforma. En total
son cerca de 25 establecimientos.
Aunque no tan
organizadas como la de Berlín, en España existen cada vez más
iniciativas contra el despilfarro alimentario. Existen ya algunas
neveras solidarias (algo parecido a los lefties shops, y varias
organizaciones llevan a cabo actividades, sobre todo para concienciar.
La FAO calcula que en el mundo se desperdicia un tercio de los
alimentos que se producen. En España, aunque no existen estudio, la
organización de cooperativas de consumo Hispacoop estima que se
desperdician 32,2 kg/persona y año.
[Este artículo ha sido publicado en el número de febrero de la revista Alternativas Económicas. Ayúdanos a sostener este proyecto de periodismo independiente con una suscripción]
Fuente: Eldiario.es
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