Esa frágil e inocente muerte, o suicidio, no sé, de las flores me transportó por un momento a la frágil e inocente muerte inducida de Xiao Rong Xhou.
Y digo expresamente inducida, porque un suicidio de estas características es repugnante, vomitivo, indecente e inhumano, no por el que lo ha hecho, sinó por aquel o aquellos que lo han inducido.
Xiao Rong Xhou podría ser el nombre de un sabio chino de las dinastías Tien-Hang, el soberano del cielo, o Ti Hwang, el soberano de la tierra. Podría ser un antiguo sabio calígrafo, pero no, o quizás sí sea la reencarnación de alguno de ellos.
Xiao Rong Xhou era simplemente un señor chino que emigró en busca de una vida mejor para su familia. Con el tiempo consiguió ahorrar lo suficiente como para establecerse por su cuenta y abrir un restaurante chino en Esplugues. Era un simple emigrante a los que el señor Fernández Díaz, candidato del PP a la alcaldía de Barcelona, culpa de todas las enfermedades y desgracias del país. Pero, los prejuicios, el racismo, la burocracia y el silencio cómplice de los ciudadanos anónimos le llevaron al suicidio.
Según El Periódico, el suicidio, el pasado mes de abril, de un empresario chino de 47 años que intentaba poner en marcha su restaurante wok desde hace un año encendió los ánimos de un centenar de compatriotas y empresarios de diferentes nacionalidades. El colectivo se manifestó para denunciar la presunta «discriminación» por parte de vecinos que lo denunciaron y un supuesto exceso de celo municipal en el cumplimiento de las normativas vigentes.
Parece ser que el funcionario de turno del Ayuntamiento cada semana le pedía un requisito adicional y cuando lo solucionaba, le volvía a pedir otra cosa diferente, ha explicado Lam Chuen Ping, presidente de la asociación de empresarios de Cantón.
El difunto había hecho una inversión millonaria y tenía que pagar un elevado alquiler mensual. Con el permiso provisional empezó a trabajar, pero fue cerrado en dos ocasiones: la primera en abril y la segunda en diciembre, cuando ya tenía la licencia municipal en regla. En definitiva, el empresario fue multiplicando sus deudas y el restaurante seguía cerrado.
Los 'honorables' vecinos se quejaban de que olía a comida, a pesar de que había reforzado la chimenea de salida de humos y había hecho otras reformas para que el humo se disipara más rápido. A continuación, la denuncia fue porque hizo las obras sin consultar a los vecinos (¡en este país que nadie pide permiso para nada!). Los vecinos creían que en los bajos se pondría un concesionario de coches, y no estaban cómodos con el 'wok',....o con los chinos. Parece claro que si el restaurante hubiera sido un sofisticado japonés, o una sucursal de Ferrán Adriá no habría tenido estos problemas, pero para un restaurante chino, la normativa era diferente y lo que normalmente es vista gorda, para el extranjero de segunda es cumplimiento estricto de la legislación vigente, en palabras no políticamente correctas: un problema de racismo.
Evidentemente, el ayuntamiento explicó en un breve e insultante comunicado que ha seguido en todo momento los procedimientos legales y que «lamenta profundamente los hechos ocurridos». Sólo le faltaba añadir a su comunicado el grito chino ¡Mi padre es Li Gang!.
En China, el gobierno intentó echar tierra encima sobre la historia de un joven que, cuando la policía le dio el alto después de que matara a una mujer e hiriera a otra por conducir en estado de embriaguez, rechazó a los agentes proclamando su relación con un alto cargo de la policía. El grito '¡Mi padre es Li Gang!' se convirtió en sinónimo de ausencia de rendición de cuentas, y el suceso que lo originó fue publicado y reproducido una y otra vez en Internet en toda China, a pesar de que las autoridades trataron de impedirlo.
Volviendo a Esplugues, parece ser que el caso que nos indigna por su fatal desenlace, no es el único caso de empresarios del mundo de la restauración que, una vez con la licencia en el bolsillo, son clausurados por las quejas vecinales. Pero el Ayuntamiento ya ha cobrado las tasas para esa licencia previa y los propietarios ya han hecho gastos para mejorar sus restaurantes que después nadie les indemnizará por la incompetencia funcionarial, y menos si son extranjeros de segunda o tercera.
Hasta la Asociación Cultural Mexicano Catalana ha intervenido en este asunto y dice que no puede ni desea entrar en juicios paralelos. Así mismo cree, al igual que nosotros, que los recién venidos establecidos legalmente en Catalunya son parte de la riqueza cultural, social y económica de nuestro país, y de la misma manera que tienen unos deberes que hace falta exigirles, también tienen unos derechos que se les deben respetar. Ni más ni menos que a cualquier otro catalán.
Por todo ello, esta asociación solicita algo tan obvio como:
- Condenar cualquier ingerencia a los derechos de los ciudadanos por motivos raciales y discriminatorios que afecte al libre establecimiento en cualquier punto del país y a la apertura de negocios, de acuerdo con el tejido comercial y con los permisos correspondientes.
- Exigir a la administración que facilite el establecimiento de negocios que enriquezcan económicamente las localidades y los barrios, sea cual sea el tipo de negocio, siempre dentro de los límites legales, e indistintamente del origen del empresario. La vía no son las sanciones y los cierres, sino la previsión, los consejos, la formación y las inspecciones.
- Exigir a la administración que vele por los derechos y deberes de todos los ciudadanos, prevea situaciones de conflicto, haga de mediador, no de fiscal e informe a la ciudadanía sobre los derechos y deberes de la inmigración.
- Pedir a la sociedad civil, a las comunidades de vecinos, a las asociaciones de comerciantes y a los ciudadanos en general, reflexión, conciencia, tolerancia y justicia social.
Xiao Rong Xhou está muerto, pero su alma habita entre nosotros. Los chinos, al igual que otros pueblos del sudeste de Asia, creen en la inmortalidad del alma, y quizás por ello, un mes después del fallecimiento del Sr.Xhou, su alma apareció en forma de pétalo de geranio mientras estaba, inconscientemente, deslizando mi pincel sobre el papel de arroz mientras pensaba en él.
Descanse en paz.
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