Jinneth Bedoya, periodista de verdad, no de noticias de agencia, mujer valiente y decidida que normalmente cubría la información carcelaria en La Modelo de Bogotá. Es una persona que siempre quiso sacar a la luz el lado humano de aquel submundo carcelario y, por eso, consiguió que le permitieran emitir una cuña en la radio en la que trabajaba por entonces. “Done un lápiz para que los presos aprendan a escribir”, pedía ella en antena. Esperaba reunir cien y recibió más de 6.000.
El 25 de mayo de 2000 acudió a la cárcel para hablar con un preso. Investigaba un negocio de armas entre el capo Ángel Gaitán Maeche y miembros de la policía. Una vez en la cárcel, un hombre la obligó a entrar a un coche, donde había otros dos sujetos. La apuntaron con un revólver y viajaron de Bogotá a una finca en el departamento del Meta, al este del país. En las tres o cuatro horas de recorrido no les pararon en ninguno de los cinco controles de la policía que pasaron. Poco después de llegar, la violaron, la golpearon con dureza y le dieron una sustancia que hace perder la voluntad en el momento, luego la memoria de lo ocurrido, y con el paso del tiempo deja secuelas físicas. Por la noche la dejaron en una calle de Villavicencio, la capital regional.Allí cogió un taxi que la condujo al hospital, donde permaneció ingresada una semana. Tantos fueron los daños que le causaron y el abuso fue tan brutal que tardó 15 días en caminar.
A pesar de que hay pruebas, la Fiscalía no ha imputado a los autores. En Colombia estos crímenes son vistos como delitos de segundo orden. Jinneth necesita que busquen a los culpables, que se haga justicia, un primer paso para que ella pueda olvidar.
En su propia investigación, conoció a un delincuente que dijo saber lo ocurrido, pero antes de dar testimonio ante la Fiscalía desapareció. Años más tarde Jinneth lo encontró en el pabellón de dementes de una prisión. También la tierra se tragó a los primeros detectives que comenzaron la investigación. De una u otra manera, en cuanto aparecía una pista, un posible testigo, al poco se esfumaba. No hubo manera de seguir un hilo.
Su caso es uno más entre los casos de las miles de campesinas colombianas que han sido violadas y que no denuncian a los culpables porque lo consideran algo deshonroso. Por este motivo, aceptó que un grupo de organizaciones no gubernamentales llevaran el pasado 23 de mayo a la Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA (Corte IDH) el caso de su secuestro y violación ocurrido en 2000.
El caso de Jinneth, desgraciadamente no es el único en el mundo del periodismo femenino. También María Eugenia Guerrero, periodista colombiana, fue asesinada, en febrero de 2009, mediante una violenta agresión que le destrozó parte del cráneo. Ella trabajaba en la radio Integración Stereo, de la localidad colombiana de Ipiales.
Más recientemente ha ocurrido el caso de la corresponsal de la CBS, Lara Logan.
Mientras cubría los acontecimientos de la revolución de la plaza Tahrir en El Cairo sufrió un ataque sexual a manos de la muchedumbre la noche en que cayó la presidencia de Hosni Mubarak.
No es la primera vez que hablo en este blog de los depredadores sexuales de todo tipo y condición que andan sueltos por ahí. Simplemente hace falta recordar que desde los gangsters que violaron a Jinneth hasta los probos políticos, todos son dignos del más absoluto repudio.
Una de las pocas cosas que podemos hacer para ayudar a las víctimas es denunciar estos escándalos. De hecho, Jinneth es lo que necesita para luchar contra la maquinaria del gobierno colombiano. Y tú, lector/a, ¿qué puedes hacer? .......... Pues, reenvia este artículo a mucha gente, a tu facebook, publícalo, .... para que se sepa.
Más vale encender una vela, que maldecir la oscuridad.
Una de las pocas cosas que podemos hacer para ayudar a las víctimas es denunciar estos escándalos. De hecho, Jinneth es lo que necesita para luchar contra la maquinaria del gobierno colombiano. Y tú, lector/a, ¿qué puedes hacer? .......... Pues, reenvia este artículo a mucha gente, a tu facebook, publícalo, .... para que se sepa.
Más vale encender una vela, que maldecir la oscuridad.
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