Por José M. Paredes. 
http://josemanuelparedes.blogspot.com/2011/07/una-situacion-intolerable.html#comment-form
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Nos encontramos en el ascensor. Ella salía de  uno de los pisos por debajo de aquél en el que yo vivo. Con sólo algún  año más que yo, era ostensible, por su forma de vestir, que pertenecía a  una clase social de ingresos mucho menores que los míos. Ella lo sabía y  yo lo sabía. Probablemente, se trataba de la persona que limpiaba la  casa de alguno de mis vecinos.
Durante seis pisos, ella no alzó los ojos. No  sé qué pensaría, nunca me habría atrevido a preguntárselo. Es más, es  prácticamente seguro que mi pregunta habría sido experimentada por ella  como una suerte de violencia: como un interrogatorio.
Y, precisamente, de eso iba nuestra (fugaz,  superficial) interacción, allí metidos en el ascensor: ella, mujer,  criada; yo, "señor" (con ingresos más altos que ella, podría permitirme  alquilar su fuerza de trabajo), por mis ademanes, mi lenguaje y mi  aspecto, y varón. Sí, sin duda alguna, nuestra interacción iba de poder y  de violencia...
Por supuesto, yo en ningún momento pensé en  ejercer mi poder o en actualizar la violencia potencial de la situación  (de dominación). Desde luego, ella es casi seguro que no llegó a pensar  (conscientemente) en tales posibilidades (¡se habría echado a temblar,  de imaginarlo!). No hacía falta: llevaba el miedo y la sumisión (con  toda la falsedad que cualquier sumisión siempre implica -por fortuna: lo  ha puesto de manifiesto muy certeramente James C. Scott en  su obra sociológica) grabados a fuego en su rostro, en la actitud de su  cuerpo, en su mirada. Y yo no necesitaba actuar como alguien superior:  me sentía superior (¿cómo no sentirse así, siendo acomodado, respetado y  respetable, culto, limpio, intelectual y progresista?).
¿Hubiera sido siquiera imaginable que ella  pensase en humillarme a mí, en golpearme, en dominarme? No, por  supuesto. Sólo mi poder y mi violencia (aun si los reprimí, no los  actualicé groseramente) estaban a la orden del día, siquiera fuese como  posibilidad. Las mujeres no oprimen a los varones; las criadas no  oprimen a los señores. (¡Sólo en el carnaval lo fingen, a modo de  farsa!) Mientras la sociedad sea "como debe ser", mientras no esté  subvertida.
En un ascensor, en unos pocos instantes, se puede experimentar todo el universo social, toda su realidad, toda su repugnancia.

 
 
 
2 comentarios:
Permitir el silencio en una situación así es muy incómodo y desagradable. Romper el silencio con un comentario amable, de tú a tú, relaja el ambiente y, sobretodo, reduce esa distancia.
Àngels
¡Qué comentario tan acertado!
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