Dicen que nació hace dos mil seiscientos años, en la isla de Lesbos, que por ella dio nombre a las lesbianas.
Dicen que estaba casada, que tenía un hijo y que se arrojó desde un acantilado porque un marinero no le hizo caso, y también dicen que era petiza y fea.
Quién sabe. A los machos no nos cae muy bien eso de que una mujer prefiera a otra mujer, en vez de sucumbir a nuestros irresistibles encantos.
En el año 1703, la iglesia Católica, bastión del poder masculino, mandó quemar todos los libros de Safo.
Algunos poemas, pocos, se salvaron.
Espejos, Eduardo Galeano
En Roma, muchas mujeres evitaban los hijos estornudando inmediatamente después del amor, pero las profesionales preferían sacudir las caderas, en el momento culminante, para desviar las semillas. Plinio el Viejo contó que las mujeres pobres evitaban los hijos colgándose al cuello, antes del amanecer, un amuleto hecho con los gusanos extraídos de la cabeza de una araña peluda, envueltos en piel de ciervo. Las mujeres de clase alta conjuraban el embarazo portando un tubito de marfil que contenía un trozo de útero de leona o de hígado de gato.
Mucho tiempo después, en España, las creyentes practicaban una plegaria infalible:
San José, tú que tuviste sin hacer
haz que yo haga sin tener.
Espejos, Eduardo Galeano
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