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lunes, 15 de mayo de 2017

Mendigos y orgullosos


Mendigos y orgullosos de Albert Cossery. Una novela muy interesante para lectores de joyas minoritarias y que os recomiendo. Publicada por Pepitas de Calabaza Ed.


Su lectura me recordó el viaje que hice a El Cairo hace ya muchos años: sus calles, su ruido, su humo, sus habitantes, su pobreza, su mendicidad; todo mezclado con el orgullo de sus gentes por el hecho de ser ciudadanos de una gran capital.

Tal y como explica la editorial, "Esta novela, ambientada en una gran ciudad de Egipto en la primera mitad del siglo xx, tiene como punto de partida el asesinato de una jovencísima prostituta. Pero la consiguiente investigación policial no sigue los derroteros de la novela negra sino que se convierte en una exposición de filosofía práctica, mediante la cual Albert Cossery nos lleva de la mano a otro mundo —mental y geográfico— y nos sumerge en las andanzas de sus personajes habituales: putas, filósofos, mendigos, policías, traficantes… todos ellos pintorescos y ejemplares, y por lo tanto memorables.

viernes, 2 de marzo de 2012

Isis - Hatsheput - Eco - Rodin

Como Osiris, Isis aprendió en Egipto los misterios del nacimiento incesante.
Conocemos su imagen: esta diosa madre dando de mamar a su hijo Horus, como mucho después la Virgen María amamantó a Jesús. Pero Isis nunca fue muy virgen, que digamos. Hizo el amor con Osiris, desde que se estaban formando, juntos, en el vientre de la madre, y ya crecida ejerció durante diez años, en la ciudad de Tiro, el oficio más antiguo.
En los miles de años siguientes, Isis anduvo mucho mundo, dedicada a resucitar a las putas, a los esclavos y demás malditos.
En Roma fundó templos en medio del pobrerío, a la orilla de los burdeles. Los templos fueron arrasados por orden imperial, y  fueron crucificados sus sacerdotes; pero esas mulas tozudas volvieron a la vida una y otra vez.
Y cuando los soldados del emperador Justiniano trituraron el santuario de Isis en la isla Filae, en el Nilo, y sobre las ruinas alzaron la católica iglesia de san Esteban, los peregrinos de Isis siguieron acudiendo a rendir homenaje a su diosa pecadora, ante el altar cristiano.


Espejos, Eduardo Galeano