El verano y el mar forman una pareja de baile desde tiempo inmemorial. La música y el mar también van de la mano y eso es lo que os mostramos hoy.
A continuación, Juan Carlos Regojo, nos presenta una reflexión sobre el mar acompañada de dos canciones interesantes: Plany al mar y Rosalinda.
El mar que nos rodea, es un libro escrito por una bióloga y oceanóloga, Rachel Carson, que fue una de las que en los años 60 o 70 estudió y alertó sobre los efectos y peligros de los organismos vivos en general que tenía el DDT, utilizado en aquellos años masivamente como pesticida en la agricultura. El libro, muy interesante, describe los océanos (seres vivos, corrientes, tipos de mares, geología, etc) y el estilo está a medio camino entre científico y literario. Es este último detalle lo que hace especial a este libro; la autora al ser científica escribe basándose en fundamentos científicos demostrados y estudiados, pero al mismo tiempo, emplea un lenguaje literario para describir, por ejemplo los cambios de estación en el mar, los animales y plantas que viven en él, el efecto de los vientos y las corrientes, etc. y lo hace de una forma a veces casi poética, algo que choca bastante con los hechos y estudios científicos que trata. Reseño el capítulo que habla sobre el Mar de los Sargazos. En Internet hay muchísima información. Resulta que aparte de sus características físicas que lo hacen diferente a los otros mares, es un lugar que desde la época de los conquistadores ha sido objeto de numerosas leyendas, que lo relacionan con seres fantásticos, barcos que se adentraron en él y y de los que nunca más se supo, siendo condenados a vagar eternamente por el mar llenos de cadáveres a bordo... en fin.
A continuación, Juan Carlos Regojo, nos presenta una reflexión sobre el mar acompañada de dos canciones interesantes: Plany al mar y Rosalinda.
El mar que nos rodea, es un libro escrito por una bióloga y oceanóloga, Rachel Carson, que fue una de las que en los años 60 o 70 estudió y alertó sobre los efectos y peligros de los organismos vivos en general que tenía el DDT, utilizado en aquellos años masivamente como pesticida en la agricultura. El libro, muy interesante, describe los océanos (seres vivos, corrientes, tipos de mares, geología, etc) y el estilo está a medio camino entre científico y literario. Es este último detalle lo que hace especial a este libro; la autora al ser científica escribe basándose en fundamentos científicos demostrados y estudiados, pero al mismo tiempo, emplea un lenguaje literario para describir, por ejemplo los cambios de estación en el mar, los animales y plantas que viven en él, el efecto de los vientos y las corrientes, etc. y lo hace de una forma a veces casi poética, algo que choca bastante con los hechos y estudios científicos que trata. Reseño el capítulo que habla sobre el Mar de los Sargazos. En Internet hay muchísima información. Resulta que aparte de sus características físicas que lo hacen diferente a los otros mares, es un lugar que desde la época de los conquistadores ha sido objeto de numerosas leyendas, que lo relacionan con seres fantásticos, barcos que se adentraron en él y y de los que nunca más se supo, siendo condenados a vagar eternamente por el mar llenos de cadáveres a bordo... en fin.
El mar de los Sargazos
Serpiente de mar, según Gesner, 1598.
Los
principales mitos y leyendas de la conquista del Nuevo Mundo se
cristalizaron en los primeros siglos del descubrimiento. Los
conquistadores, en su mayoría iletrados y sin formación (El conquistador
y explorador extremeño Francisco Pizarro era, antes de su paso al Nuevo
Mundo, un analfabeto dedicado a cuidar cerdos); deslumbrados y
atemorizados intentaron ante esas exuberantes tierras a las que
intentarían encontrar una explicación. Así que echaron mano del bagaje
cultural que habían traído desde el Viejo Mundo basado en un popurrí
empapado del imaginario pagano y medieval, con una débil patina
eclesiástica. Y poco a poco se produjeron los mitos geográficos como la
Fuente de la Eterna Juventud, la California, el Dorado, el País de la
Canela, etc…; así como otros desvaríos mentales como en el
caso de los gigantes, las amazonas, e islas fantásticas e inalcanzables
como Fantasía o la Antilia.
Mapa del mar de los Sargazos, con indicación de las corrientes marinas circundantes.
Este es el
caso del Mar de los Sargazos. Geográficamente hablando es una región
ovalada del océano Atlántico Norte, entre las Antillas y las Azores.
Situado en el norte del océano Atlántico, entre los paralelos 20 y
30, abarca una elipse de 650 000 km² (más de la mitad de la superficie
de Europa), llegando desde la costa de los Estados Unidos de América hasta la dorsal atlántica. A este mar en frecuente calma acuden a desovar las anguilas de todos los ríos europeos.
Delimitado por cuatro corrientes que fluyen en el sentido de las agujas del reloj alrededor de este mar. : la corriente del Golfo, la corriente del Atlántico norte, la corriente de las Canarias y la corriente norecuatorial; recibe este nombre por la abundancia de una alga marina llamada sargazo, la cual se se adapta a esta cálida zona salada. Se caracteriza por la debilidad de sus corrientes, la escasa precipitación, la alta evaporación, y por ser un desierto biológico, pues pocas especies pueden adaptarse a sus aguas saladas; lo que en conjunto hace que fuera un suplicio para los antiguos navegantes.
Perteneciente
al imaginario medieval que intentaba reflejar el oscurantismo de la
época, se le imaginaba lleno de secretos, monstruos maravillosos y
leyendas ilusorias, capaz de tragarse en su seno flotas enteras sin
dejar rastro. Pero su nacimiento se remonta a la Antigüedad.
Desde el siglo XI A.C, el pueblo fenicio
había ido diseminando y formando nuevas rutas de comercio marítimas por
toda la cuenca occidental mediterránea mediante la construcción de
numerosas colonias y factorías por sus costas, a la vez que expandían
sus conocimientos y cultura, cuyo ejemplo más característico sería el
legado de su alfabeto a los griegos. Fueron los Fenicios, quien a
través de sus viajes a las fabulosas islas Casitérides (probablemente
las Islas Británicas), empezaron a propagar, con el fin de evitar la
competencia de competidores, noticias sobre la existencia de un mar
situado al oeste de las Columnas de Hércules con una vegetación tan
espesa que hacía encallar a los barcos que se aventuraban por esos
lares. Así en el siglo IV el poeta romano de origen etrusco Rufo Festo
Aveno compuso el poema <<Ora marítima>>, en el que
declamaba:
<< Aquí las naves dilatadamente
son impelidas de ningunos vientos.
tan tarda es el agua, el mar tan perezoso,
que confunde y espanta los ingenios;
y añade que hay entre las blandas fauces
de algas marinas verde pavimento
que a veces, como yerba, de las naves
impide el curso contra vela y remo;
pero no obstante, dice, no penetra
lo profundo del mar: antes el suelo
apenas cubre el agua; y siempre vaga
la fuerza, va su oposición venciendo… >>
Esta leyenda,
distorsionada y agigantada a lo largo de los siglos, fue adoptada como
propia por los pueblos europeos de tradición marinera, hasta que formo
parte del imaginario medieval. Así los escandinavos relataban la
leyenda de la existencia de un inexplorado mar Glacial, y los irlandeses
describían el mar Coagulado, difuso en el Atlántico, siempre
infranqueable, y asociado al infierno, la falta de vientos, la
abundancia de algas y la muerte.
Mapamundi de Andrea Bianco de 1432, en el que el Este aparece orientado en la parte superior
En su mapa de 1436, Andrés Bianco apuntaba junto a la isla Antilia: “Questo he Mar de Baga”
(Esto es el mar de los Sargazos). A lo largo de los siglos, se
relaciono este mito con el del continente perdido de la Atlántida y con
el Triángulo del Diablo. Cristóbal Colón, durante su primer viaje,
recogió la impresión que le produjeron las masas de algas en su diario:
<<…aquí
comenzaron a ver manadas de yerba muy verde que poco avía (…) que se
había despegado de la tierra. Por lo cual todos juzgaban que estavan
cerca de alguna isla…>> (Diario de Colón, día 16 septiembre)
El mito
feneció cuando se hizo común que las naves que ondeaban el pendón
de Castilla cruzaron y navegaron por estas zonas sin más molestias que
soportar varios días la calma chicha (= ausencia de vientos).
Pocos lugares inspiraban más temor a los navegantes de antaño que el mar de los Sargazos.
Sin apenas corrientes, con largos periodos de calma total, y, sobre
todo, con un casi infinito tapiz de algas flotantes en apariencia capaz
de retener a cualquier navío, verse atrapado en sus aguas era sinónimo
de muerte y desesperación. El aspecto extraño y el penetrante olor que
le proporcionan las algas contribuían también a su aura de lugar
maldito.
Debe su nombre a Cristóbal Colón, quien lo bautizó así al toparse con él durante su primer viaje. El almirante no demostró aquí demasiada imaginación: “Sargassum”
era como se denominaba al tipo alga gigante que flota en su superficie.
Otras versiones indican que el nombre proviene del portugués sargasso que significa racimo,
debido a que estas algas se asemejan a racimos de uvas. En siglos
posteriores los marineros le darían otros nombres más terribles y
expresivos, como “el mar del miedo”, “el cementerio de los barcos
perdidos” o “la latitud de los caballos”, este último debido a que,
cuando se terminaban los víveres, las tripulaciones de los navíos
atrapados se veían obligadas a sacrificar sus caballos. Eso si tenían la
suerte de llevar caballos a bordo.
Se cuentan historias muy truculentas acerca del mar de los Sargazos. Aseguran que decenas de veleros quedaron atrapados para no regresar jamás, y que muchos de ellos continúan allí, convertidos en sepulcros flotantes. En 1884 el vapor inglés Britannia encontró uno de estos barcos tripulados por cadáveres, pero su casco estaba tan deteriorado que no fue posible identificarlo.
Una de las aventuras más alucinantes vividas en este infierno verde fue la de Elipha Thomson, ayudante de cabina del velero norteamericano J. G. Norwood, barco que en 1894 fue arrojado por una tormenta al mar de los Sargazos. De las personas que iban a bordo, sólo él logró sobrevivir y regresar a aguas despejadas, en donde otra embarcación lo rescató. Según contó más tarde, debía su vida a los víveres y la chalupa que había encontrado en un vapor abandonado. Elipha declaro haber visto también un galeón español de la época colonial con su bodega todavía llena de oro.
En el caso de Elipha Thomson, como en casi todo lo referente al mar de los Sargazos resulta difícil separar la realidad del mito, un mito que podría haber empezado mucho antes de la llegada de Colón a América. Romanos, griegos y fenicios hablaban ya de un mar de vegetación en el cual los barcos encallaban y se perdían, sin que quede claro si algunos de ellos (probablemente los fenicios) llegaron a ver con sus propios ojos el mar que después se llamaría “de los Sargazos”. El mito pasó al imaginario medieval, y así aparecen en algunos mapas, como el de Andrés Bianco de 1436, peligrosos mares de algas o hierbas junto a islas fantásticas llenas de prodigios.
Se cuentan historias muy truculentas acerca del mar de los Sargazos. Aseguran que decenas de veleros quedaron atrapados para no regresar jamás, y que muchos de ellos continúan allí, convertidos en sepulcros flotantes. En 1884 el vapor inglés Britannia encontró uno de estos barcos tripulados por cadáveres, pero su casco estaba tan deteriorado que no fue posible identificarlo.
Una de las aventuras más alucinantes vividas en este infierno verde fue la de Elipha Thomson, ayudante de cabina del velero norteamericano J. G. Norwood, barco que en 1894 fue arrojado por una tormenta al mar de los Sargazos. De las personas que iban a bordo, sólo él logró sobrevivir y regresar a aguas despejadas, en donde otra embarcación lo rescató. Según contó más tarde, debía su vida a los víveres y la chalupa que había encontrado en un vapor abandonado. Elipha declaro haber visto también un galeón español de la época colonial con su bodega todavía llena de oro.
En el caso de Elipha Thomson, como en casi todo lo referente al mar de los Sargazos resulta difícil separar la realidad del mito, un mito que podría haber empezado mucho antes de la llegada de Colón a América. Romanos, griegos y fenicios hablaban ya de un mar de vegetación en el cual los barcos encallaban y se perdían, sin que quede claro si algunos de ellos (probablemente los fenicios) llegaron a ver con sus propios ojos el mar que después se llamaría “de los Sargazos”. El mito pasó al imaginario medieval, y así aparecen en algunos mapas, como el de Andrés Bianco de 1436, peligrosos mares de algas o hierbas junto a islas fantásticas llenas de prodigios.
Masas de algas en el Mar de los Sargazos
Barco en la tormenta ______________ Plany al mar Bressol de vida, camins de somnis, pont de cultures (ai, qui ho diria...!) ha estat el mar. Mireu-lo fet una claveguera. Mireu-lo anar i venir sense parar. Miradlo ir y venir sin parar. Sembla mentida Parece mentira que en el seu ventre es fes la vida. Ai, qui ho diria sense rubor! Mireu-lo fet una claveguera, ferit de mort. De la manera que el desvalisen i l'enverinen, ai, qui ho diria, que ens dóna el pa! Mireu-lo fet una claveguera. Miradlo hecho un basurero. Mireu-lo anar i venir sense parar. Miradlo ir y venir sin parar. ¿On són els savis i els poderosos que s'anomenen (ai, qui ho diria!) conservadors? Mireu-lo fet una claveguera, ferit de mort. Quanta abundància, Cuánta abundancia, quanta bellesa, quanta energia (ai, qui ho diria!) feta malbé! Per ignorància, per imprudència, Por ignorancia, por imprudencia, per inconsciència i per mala llet. por inconsciencia y por mala leche. Jo que volia que m'enterressin entre la platja (ai, qui ho diria!) i el firmament! I serem nosaltres Y seremos nosotros (ai, qui ho diria!) els qui t'enterrem. Letra y música: Serrat Álbum: Fa vint anys que tinc vint anys __________ Rosalinda Rosalinda, si vas a la playa, si fueras a ver el mar, cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar; cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar. La blanca arena de ayer esta llena de alquitrán, las dunas que el viento batía son de plástico y carbón, y huelen mal como avenidas, aquí vinieron huidas en lodo y putrefacción; las aves vuelan heridas, y otras al suelo caerán. Pero en verdad, Rosalinda, en fábricas que allí ves el obrero aún logra respirar envenenado una vez más lo que más hay de esta aridez; pues los que mandan el mundo tratan de seguir ganando lo mismo matando a aquél que, muriendo, vive trabajando... ten cuidado Rosalinda, si vas a la playa, si fueras a ver el mar, cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar; cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar. Y en Valdecaballeros van haciendo una central, que para algunos es nuclear mas para muchos es mortal. Veremos peces flotando apestados y sin vida, está sin vida el pescador, muere la trucha y el salmón, "esto es civilización", así ha hablado un señor. Ten cuidado, Rosalinda, si vas a la playa, si fueras a ver el mar cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar; cuidado no se resbale tu pie de chiquilla en la orilla sucia del mar. Letra (portugués) y música: Fausto Bórdalo (1977) Álbum de Luis Pastor: Nacimos para ser libres (1977) |
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