Artículo publicado en la Revista Poémame el 24 de abril de 2020
Zel Cabrera es una joven poeta mexicana nacida el seis de febrero de 1988 en Iguala de la Independencia, Guerrero.
Licenciada como periodista por la Escuela Carlos Septién, obtuvo el Premio Estatal de Poesía Joven en el 2013, convocado por la Secretaría de Cultura del Estado de Guerrero. Fue becaria de la Fundación para las Letras Mexicanas, en el área de poesía, durante el periodo 2014-2015 y becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al Desarrollo Artístico de Guerrero, durante el 2012-2013. En 2019, obtuvo el Premio Nacional de Poesía Tijuana.
Cuando abrí su poemario Cosas Comunes, publicado por Ediciones Liliputienses en su colección Centrifugados en enero de 2020, la cita de Sharon Olds, poeta californiana, me dio muy buena impresión. De Olds conservo un grato recuerdo que proviene del año 2005: la Primera Dama Laura Bush la invitó al Festival Nacional del Libro en Washington, D.C. Olds le contestó en una carta abierta publicada el 10 de octubre de 2005, donde le dijo a Bush: Muchísimos estadounidenses que sintieron orgullo por nuestro país, ahora sienten angustia y vergüenza por este régimen vigente de sangre, heridas y fuego. Pienso en el lino limpio de tu mesa, los cuchillos brillantes y las llamas de las velas, y no podría digerirlo.
Cosas comunes es el tercer poemario de Zel Cabrera tras Una jacaranda en medio del patio y La arista que no se toca. Empieza a ser una poeta relevante entre la nueva generación de jóvenes poetas mexicanas que reivindican y defienden su presencia en un mundo eminentemente masculino.
En este poemario, Cabrera destaca lo doméstico, la memoria familiar y las pequeñas tragedias de lo cotidiano a pesar de estar lleno de soledades, silencios, miradas hacia atrás…
Cabrera tiene un estilo sencillo que hace que su poesía sea atractiva. Entre más sencilla, mejor. Para muestra, aquí tenéis el poema con el que comienza:
Mi madre dice que mujeres como yo
sin traza para labores hogareñas
nunca encontrarán marido
con corbata y mancuernillas.
Varias veces me ha dictado
instrucciones de cómo preparar atún a la vizcaína,
cómo quitarle el sarro al inodoro,
también me recuerda
que levante mi cabello después de la ducha.
Una y otra vez, insiste en hacerme a su forma;
soy el molde en el que amasa sus virtudes.
Pero yo demoro el proceso,
dejo secar las pequeñas plantas
que compro para adornar mi departamento,
recojo un mes después los abrigos que dejo en la tintorería,
pago el gas en días extemporáneos
y pocas veces como ensalada.
Porque es muy probable que no tenga un marido
que acuda con puntualidad
a las liturgias del domingo.
Porque las mujeres como yo se casan con sombras
y polvo que se consuela entre los libros,
porque no sé tejer bufandas,
ni rebanar pimientos
y hasta hace un día, aprendí a usar la lavadora. (Instrucciones maternas)
Aunque escritos cronológicamente antes que Una jacaranda en medio del patio o La arista que no se toca, la voz de Zel muestra una prosa poética que revela lo obvio “porque no es bueno pronunciar amor / cuando el silencio es la palabra” (Garabato).
Escribo que tengo 27 años y todavía le temo
a las escaleras sin barandal, todavía
dejo prendida la luz de la sala,
por las noches, todavía
me aferro a las costumbres
de las palabras sobre el papel. (Bitácora de nada)
Y es que la poeta sabe que, a fin de cuentas, «Somos pasajeros / que lloramos en el autobús / porque el autobús / no para, no transpira preocupaciones /…/ Volvemos a casa / con el olor del aire acondicionado / en el abrigo / … / Mintieron al decir / que los viajes enriquecen: / nadie se vuelve millonario / viajando en tercera clase/ … / A veces la luz se apaga / y todos los pasajeros somos accidentes.» (El camino)
Cosas comunes de Zel Cabrera, otra pequeña gran joya extraída de la mina extremeña Ediciones Liliputienses el 16 de enero de 2020.
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