Hoy música avant-garde de Ethel.para introducir realidades diversas del mundo islámico a través de Aixa, Mahoma y Sukaina, textos de Eduardo Galeano en Espejos.
El fundador del Islam, que por permiso de Alá había tenido doce esposas, casi todas simultáneas, dejó nueve viudas. Por prohibición de Alá, ninguna volvió a casarse.
Aixa, la más joven, había sido la preferida.
Tiempo después, ella encabezó un alzamiento armado contra el gobierno del califa Alí.
En nuestro tiempo, muchas mezquitas impiden el paso a las mujeres, pero en los tiempos aquellos las mezquitas fueron los lugares donde Aixa pronunció las arengas que encendieron los fuegos de la ira popular. Después, montada en su camello, atacó la ciudad de Basora. La prolongada batalla dejó quince mil caídos.
Esa sangría inauguró el odio entre los sunitas y los chiitas, que tadavía cobra víctimas. Y algunas teólogos dictaminaron que ésta era la prueba irrefutable de que las mujeres hacen desastres cuando se fugan de la cocina.
Mahoma
Cuando Aixa fue derrotada, alguien recordó súbitamente lo que Mahoma había aconsejado veintiocho años antes:
-Cuelga tu látigo donde tu mujer pueda verlo.
Y justo en ese momento, otros discípulos del profeta,también dotados de una memoria muy oportuna, recordaron que él les había contado que el paraíso está lleno de pobres y el infierno de mujeres.
Pasó el tiempo, y un par de siglos después de la muerte de Mahoma ya sumaban más de seiscientas mil las frases que le atribuía la teocracia islámica. Buena parte de esas frases, y sobre todo las que maldicen a las mujeres, se han convertido en verdades religiosas bajadas del cielo, intocables por la duda humana.
Sin embargo, el Corán, el libro sagrado dictado por Alá, dice que el hombre y la mujer han sido creados en la igualdad, y que Eva no tuvo arte ni parte en la seducción de Adán por la serpiente.
Sukaina
En algunas naciones musulmanas, el velo es una cárcel de mujeres: una cárcel ambulante, que en ellas anda.
Pero las mujeres de Mahoma no llevaban la cara cubierta, y el Corán no menciona la palabra velo, aunque sí aconseja que, fuera de casa, las mujeres se cubran el cabello con un manto. Las monjas católicas, que no obedecen al Corán, se cubren el cabello, y muchas mujeres que no son musulmanas usan manto, mantilla o pañuelo en la cabeza, en muchos lugares del mundo.
Pero una cosa es el manto, prenda de libre elección, y otra el velo que, por mandato masculino, obliga a esconder la cara de la mujer.
Una de las más encarnizadas enemigas del tapacaras fue Sukaina, bisnieta de Mahoma, que no solo se negó a usarlo, sino que lo denunció a gritos.
Sukaina se casó cinco veces, y en sus cinco contratos de matrimonio se negó a aceptar la obediencia al marido.
Espejos, Eduardo Galeano
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