Hoy os presento un artículo de la periodista Ruth Toledano publicado en eldiario.es sobre la sangriente problemática de las personas refugiadas y de los niños refugiados desaparecidos.
Seis
meses después, Unicef vuelve a hacer un llamamiento desesperado para
pedir exactamente lo mismo: medidas de protección para los niños
migrantes y refugiados, muchos de los cuales llegan solos a Europa. Seis
meses después, la palabra que acompaña esa petición vuelve a ser la
misma: “urgente”. Una palabra que sigue transmitiendo idéntica prisa
frustrada. De entonces acá las cosas han ido a peor, por difícil que
fuera imaginarlo. Si era inaceptable no atender al daño físico y
psicológico que la guerra, la violencia y la huida en soledad había
provocado en esos niños, resulta insoportable que pasen los meses sin
que Europa entera esté a la búsqueda de los miles que han desaparecido
sin dejar rastro dentro de sus fronteras. Alrededor de 10.000 según
Unicef.
En todos este tiempo no se ha creado ningún Centro
Europeo Contra la Trata y Explotación de Niños Refugiados, ni el Centro
Europeo de Búsqueda de Niños Refugiados Desaparecidos. Sin embargo, esta
semana nos hemos enterado de que la UE ha desplegado agentes
antiterroristas en las zonas de llegada y confinamiento de refugiados.
Nos lo ha contado el máximo responsable de la lucha contra el yihadismo
en Europa, el coronel español Manuel Navarrete, que lleva cuatro meses
controlando las fronteras a la busca y captura de terroristas entre los
refugiados. Dirige el Centro Europeo Contra el Terrorismo, que se creó
en enero de 2016 con ese objetivo.
La función
policial que están ejerciendo este coronel y los suyos no solo
estigmatiza a todo el colectivo de personas desesperadas que vienen
precisamente huyendo del terror, sino que además destina a una tarea
cuya eficacia es cuestionable (y, por tanto, servidora de intereses que
poco tienen que ver con la seguridad de Europa) unos recursos humanos y
económicos necesarios para lo imprescindible y urgente: buscar a los
niños desaparecidos. Ahora. Ya. Tendría que haber miles de agentes
peinando Europa en esa búsqueda. No hacerlo supone una miseria moral a
la que no podremos sobrevivir: Europa será aplastada por el peso de esa
culpa infame. Quién podrá extrañarse si los niños que logren escapar de
los horribles abusos denunciados traen consigo un rencor que explique la
sed de venganza. La seguridad, como la salud, se previene y se forja.
Esos niños, niñas y adolescentes vienen desde Siria, Afganistán o Irak.
Son las víctimas más dolorosas de esas guerras. Muchos están atrapados
en Grecia: de los 22.000 niños bloqueados allí, el 10% no va acompañado
de un adulto. Son 2.200 niños solos, cuya mayor fortuna es no haber
muerto ahogados en el Mediterráneo, como los 1.000 que han acabado así.
Muchos otros miles, de los que han conseguido salir de allí, han caído
en unas manos horrendas a las que habría que perseguir sin descanso. Y
no se está haciendo. Y no es algo que suceda solo en Eslovenia o en
Suecia (¡en Suecia!) sino también en España. Cruz Roja Contra la Trata o
la Fundación Amaranta denuncian que aquí se ha perdido el rastro de 100
niños. Dicen, literalmente, que han sido “robados” y que están en su
mayoría en manos de mafias de la prostitución. Rosa Flores, de Cruz
Roja, cuenta que los encuentran en pisos-guardería de tráfico humano y
que incluso acaban en casas de pederastas. Ser niña representa el colmo
de la vulnerabilidad. Unicef insiste en que el riesgo de las niñas
refugiadas solas es extremo.
¿Por qué no se está
luchando con todos los medios disponibles a favor de estos niños, niñas y
adolescentes? No lo sabemos. No hay respuesta. No hay noticias. No hay
esperanza para ellos. No habrá paz. No habrá Centro Europeo Contra el
Terrorismo que valga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario